Por alguna extraña razón desde que era peque me empezó a gustar comer y degustar de las costras o cáscaras de heridas por raspaduras, lo hago desde hace una década o más y lo sigo haciendo, aunque solo lo hago con las mías, más de una vez me he lastimado las rodillas de forma intencional sólo para tener la posibilidad de probar una vez más esa ambrosía que se forma con el suelo y mi piel.