El Completo Manual del Suicidio - Al FINAL... tu DECIDES, Cual es la Mejor OPCIÓN.

Anarquia

Melu.u

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Antes que nada: Este post está aquí para ayudarte... a tomar una mejor decisión.
Puede que sientas que todo está oscuro, pero nunca estás completamente sol@. Siempre hay alguien, aunque no lo veas, que te quiere con vida, ya sea para bien o para mal.

Al final... tu decides. Pero piensa en esto:​

"a veces, lo más aterrador no es seguir adelante, sino darse cuenta de todo lo que podrías perder si te rindes."

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Toda la información de este post esta inspirado en el libro: "El completo manual del suicidio".

Hecho por Melany FT​



Para mí, el suicidio no es algo trágico o misterioso, como muchos lo ven. Es más una decisión personal, algo que puedo planear y ejecutar si lo creo necesario. No se trata de que odie mi vida o esté buscando respuestas a preguntas como "¿Por qué vivir?" o "¿Por qué morir?". Más bien, siento que el suicidio es una opción, un acto de control sobre mi propia existencia cuando todo lo demás parece escaparse de mis manos.

Sé que para muchos esto puede sonar frío o extraño, pero pienso que no siempre necesitamos razones profundas o grandes tragedias para considerar esta posibilidad. A veces, simplemente la vida pierde sentido o se vuelve un ciclo repetitivo que no quiero seguir.

En algún momento, incluso puede sentirse como un alivio el saber que existe una salida. No digo que sea fácil, pero si decido tomar ese camino, prefiero hacerlo con claridad y control, sin depender de los demás.

Al final tu decides... :)



1. TOMAR MEDICAMENTOS

Ah, tomar medicamentos, el clásico "me quedo dormid@ y me voy para siempre", ¿no? Suena perfecto en teoría, como esas películas donde la chica triste toma un puñado de pastillas y se despide con una nota poética o patética. Pero déjame decirte, la realidad es un poquito menos glamorosa, como asi decirlo.

Primero, necesitas preparación. No puedes simplemente tragarte lo primero que encuentres en el botiquín. Tienes que planearlo, como si estuvieras organizando una fiesta... solo que esta vez, para uno, total ni amigos tienes. Tu estómago tiene que estar vacío porque, adivina qué, si comes de más, tu cuerpo dice: "Esto no me gusta", y vomitas todo como si estuvieras en la peor resaca de tu vida. Ah, y no olvides triturar las pastillas y mezclarlas con yogur o miel. Porque, claro, ¿qué mejor manera de irte que con un postre raro? ¿no?

El alcohol es el mejor amigo de las pastillas, según dicen. Se supone que acelera todo el proceso y multiplica los efectos. Pero tienes que tener cuidado de elegir un lugar donde nadie te interrumpa por al menos ocho horas. ¿Te imaginas que alguien te encuentre antes? uyy... fallido. Luego terminas en el hospital con un enema y sermones sobre "lo valiosa que es la vida". Qué mierda. Ni para matarse sirves.

Ahora, hablemos de los medicamentos en sí. No todos son tan efectivos como parecen. Por ejemplo, las pastillas para dormir como Lithrone S o Ataraxone son un clásico, pero necesitas tragarte tantas que parece un reto de TikTok, ug. ¿Codeína? Buena opción, pero más difícil de conseguir que un novio fiel. ¿Acetaminofén? Podrías lograrlo, pero prepárate para días de insuficiencia hepática y una muerte nada rápida.

Lo que más me encanta de esta opción es la incertidumbre. Puedes calcular mal la dosis, y en lugar de "adiós mundo cruel", terminas con vómitos, alucinaciones o, peor aún, rescatada. ¡Qué vergüenza! Ahí estás, escuchando a los médicos otra vez decir cosas como: "Tu hígado está arruinado, pero sobrevivirás".

Así que, si estás pensando en medicamentos, te lo resumo: prepara todo como si fuera tu último proyecto escolar, pero no esperes que sea tan fácil como en los libros o las películas. Porque la vida, incluso cuando quieres terminarla, sigue siendo un fastidio lleno de trámites y complicaciones.​

Lo mas cercano que te veras luego de esta decisión, vamos, no se ve tan mal. Talvez sobrevivas :(




2. AHORCAMIENTO
Aww, el ahorcamiento, el "rey de los métodos de suicidio", dicen. Claro, suena elegante en teoría, pero déjame contarte una cosita: no es tan exquisito como podrías imaginar. Primero, no necesitas ser un experto en nudos marineros ni buscar la rama perfecta de un árbol centenario ok. Con una cuerda, un cinturón o incluso una cinta de embalaje, puedes improvisar, se creativo, incluso lo puedes transmitir en vivo. ¿El punto de suspensión? No necesitas el techo de una catedral, aunque seria bello; una puerta, una estantería o incluso la cama pueden servir. Sí, hasta suicidarte puedes ser económico, vamos ni que fueras tan pobre.

El truco está en asegurarte de que el peso haga su trabajo. Porque, si no lo haces bien, podrías terminar vivo, sí vivo, con daño cerebral, y luego tendrás que soportar la vergüenza de que todos te miren raro. ¡Qué inútil "¿Así que querías matarte y fallaste?" Definitivamente, no es la conversación que quieres tener en la cena familiar.

Fisiológicamente, el ahorcamiento no es solo "te cuelgas y ya". No, chiki, esto tiene ciencia. Si lo haces bien, en unos minutos la sangre deja de llegar al cerebro, pierdes la conciencia, y adiós. Pero claro, antes de eso vienen los efectos especiales: mareos, flashes de luz y, si tienes suerte, unos espasmos que podrían hacer que alguien diga que pareces bailando breakdance antes de quedarte ties@.

Ahora, si te preocupan los detalles estéticos, como quedar con los ojos saltones y la lengua afuera como mongol, no te estreses tanto. No pasa siempre. Aunque, eso sí, puede que te orines o, si eres hombre, tengas un momento de "eyaculación póstuma". Bonito recuerdo para quien te encuentre, ¿no? ggg

Pero ojo, porque este método también tiene sus "fails". Hay casos de gente que lo intentó y terminó sobreviviendo con daños cerebrales graves, básicamente en modo vegetal. No sé tú, pero eso suena mucho peor que seguir viv@ con tus dramas cotidianos.

En resumen, el ahorcamiento tiene su reputación por ser efectivo, pero como todo, depende de la ejecución. Si vas a hacerlo, al menos no dejes una escena tan ridícula como para aparecer en estos sitios de internet.

Una hermosa Recopilación de gente que lo hizo... vaya viéndote.​




3. SALTAR DE UN EDIFICIO

Ah, saltar de un edificio, el clásico de los clásicos para los dramas modernos. Si vas a hacerlo, mínimo hazlo con estilo, ¿no? Porque si algo aprendí leyendo sobre este método es que hasta para esto hay que tener logística. No es tan fácil como parece, créanme.

Primero, necesitas una altura decente. Nada de lanzarte del segundo piso como si fueras un acrobático profesional. Si no quieres acabar con las dos piernas rotas y el orgullo destrozado, mínimo apunta a 20 metros de altura. Eso son como 7-8 pisos. Desde el cuarto piso, pues… digamos que el 50% de probabilidades de morir no suena tan emocionante como parece. Y no me hagas hablar de los arbustos o toldos de las ventanas que podrían "suavizar" la caída. Más que morir, acabarías como un mal origami humano.

Ahora, el terreno. Mi recomendación: busca concreto. Nada de pastito o techos de autos que amortigüen la caída. Imagina caer en un arbusto y que te encuentren ahí, enredad@ como decoración navideña. Qué palta. Eso sí, trata de no caer encima de nadie, porque imagínate la demanda. “pendej@ destruye a peatón mientras intenta destruirse a sí misma.” ¡no mames!

Lo que nadie te dice es que la sensación en la caída puede ser, en realidad, bastante interesante. Algunos sobrevivientes cuentan que todo es sorprendentemente… tranquilo. Como ese momento de zen que sientes al saber que no pagaste tu tarjeta de crédito a tiempo. Eso sí, el impacto, dependiendo de cómo caigas (cabeza, pies, o cadera), puede ser un final épico o una tragedia ambulante. Todo depende de tu nivel de precisión. ¡Qué presión!

Y por supuesto, no podemos ignorar los grandes referentes. Está Yukiko Okada, la idol japonesa que prácticamente puso este método de moda entre los fans de las alturas. Literalmente convirtió su caída en un manifiesto cultural. Entre eso y la urbanización, los rascacielos se han convertido en los favoritos para esta obra maestra.

Eso sí, si ya estás pensando en esto, al menos ten la decencia de planearlo bien. Nada de arruinarle el día a la señora que pasea a su perro. Piensa en un lugar tranquilo, donde no te molesten y, por amor al espectáculo y a las cámaras, que no haya obstáculos en el camino. No queremos que te rescaten con frases del tipo: “Intenté lanzarme, pero unos cables de poste de luz decidió que no era mi día”. ¡Qué mierda bro!?​



4. CORTES EN MUÑECAS Y CARÓTIDAS

Ah, los cortes en muñecas y carótidas lo hermoso <3. La vieja confiable del drama existencial. Eso sí, antes de empezar, asegúrate de que tienes determinación, porque este método no es para los mariquitas de voluntad ni para quienes se asustan con un poquito de sangre. Vamos por algo estas viendo gore ¿no?

Primero, las muñecas. Parece tan sencillo, ¿verdad? Una cuchillada rápida, un poco de sangre y listo. Pues no, vv. La realidad es que las venas no están ahí esperando ser cortadas como si fueran espaguetis al dente. Para que sea letal, necesitas llegar a la arteria. Y déjame decirte, eso es un desafío. Hay tendones, músculos y hasta tu sentido común intentando detenerte. Si solo cortas la vena, lo único que consigues es un gran meh: 200 a 300 ml de sangre, una cita en urgencias y cicatrices que te harán explicar tu “momento emo” el resto de tu vida.

¿Quieres aumentar tus probabilidades? Aquí va un hack: toma un baño caliente o un poco de alcohol antes. Eso hace que la sangre fluya más rápido, como un río salvaje. ¿Y por qué? Porque la coagulación es una traicionera y te dejará viv@ con más problemas que antes. Pero, sinceramente, aunque hagas todo esto, las probabilidades de éxito son apenas del 5%. Sí, 5%. Y a cambio, tienes cicatrices dignas de una mala película de acción y un viaje seguro al quirófano para cirugía reconstructiva.

Ahora, la carótida. Suena más épico, ¿no? Tipo, “me fui a lo grande”. Aquí sí hablamos de sangre de verdad, estilo película gore. Si logras cortarla bien, estarás inconsciente en unos 5 a 12 segundos. Pero claro, el “bien” es la parte clave. Los músculos que protegen la carótida son gruesos, como el plástico de esos envases que nunca puedes abrir sin tijeras. Así que, si no perforas con precisión, el resultado será más frustración que liberación.

¿Y sabes qué? Hay referencias culturales para esto. Kokichi Tsuburaya, el corredor de maratón, se cortó la carótida y su acto quedó como una especie de performance simbólico. Pero no nos engañemos, esto no es para cualquiera. Necesitas fuerza física y mental para no quedarte a medio camino y terminar en el hospital explicando por qué tienes un tajo cerca de la oreja.

Así que ahí lo tienes. Dos métodos, mucha sangre, y más probabilidades de hacer un espectáculo que de lograr tu cometido. Pero oye, si decides intentarlo, al menos hazlo con convicción y con una buena playlist de fondo. Porque si vas a dejar cicatrices (o peor, terminar viv@), mínimo que sea memorable.

CARÓTIDA:


CORTE:


5. SALTAR A LAS VIAS DEL TREN

Ah, saltar a las vías del tren. El método favorito de los amantes del caos y los fans de los finales dramáticos. Pero, ojo, no es tan sencillo como parece. No es cuestión de plantarte en cualquier estación y decir “bueno, aquí me voy”. No, chiki, esto requiere estrategia, porque si algo sale mal, podrías terminar como un rompecabezas humano esperando que alguien te arme de nuevo. Y créeme, nadie quiere ser ese alguien.

Primero, el tren tiene que ir rápido, porque si es de los que frenan cada dos cuadras, lo único que lograrás es convertirte en un desastre ambulante. Además, si vas a hacerlo, al menos hazlo en una estación de tren expreso. Nada grita “me tomé esto en serio” como un tren que no puede detenerse a tiempo para evitarte. Eso sí, hazlo de noche, no porque sea más poético, sino porque el conductor probablemente no te vea hasta que sea demasiado tarde. Y, honestamente, ¿por qué arruinarle el día más de lo necesario?

El momento del salto es clave. No lo hagas demasiado fuerte, no queremos que termines volando al otro lado de las vías como si estuvieras en una competencia de salto largo. Pero tampoco te quedes cort@, porque si el tren no te golpea de lleno, podrías acabar sobreviviendo con suficientes fracturas como para convertirte en un proyecto de reconstrucción quirúrgica. ¡Qué lindo regalo para el sistema de salud!

Ahora, hablemos de los resultados. Si tienes suerte (¿o mala suerte?), el tren hace su trabajo en segundos y bye. Pero si fallas, podrías acabar como esa mujer que perdió los pies, una mano y luego decidió casarse con un pastor para predicar sobre las maravillas de la vida. Porque claro, nada más irónico que acabar sobreviviendo y luego tener que explicar por qué intentaste esto en primer lugar.

Y por último, lo que nadie te cuenta: los costos. Sí, saltar a las vías no solo traumatiza al pobre conductor y a los pasajeros jajaja, sino que además podría dejarle a tu familia una deuda enorme por el frenado de emergencia y la limpieza. Porque sí, en países como Japón, eso no es gratis. Así que además de dejar un vacío emocional, también podrías dejar una factura. Qué responsable de tu parte.

Así que, ahí lo tienes. Un método rápido, lleno de drama, pero con un alto margen de error. Si decides hacerlo, al menos que sea con estilo. Aunque, con mi suerte, seguro que yo acabaría sobreviviendo y con un brazo menos, o talvez como el chico de... ¿Oe mano estas bien?​



6. INTOXICACIÓN POR GAS

Ah, intoxicación por gas, el método que dice: "Me voy, pero no sin causar un poco de caos". ¿Qué tan simple puede ser? Solo tienes que cerrar todo, abrir el gas y esperar a que la ciencia haga lo suyo... o al menos eso crees. Pero, como en todo, hay detalles que pueden convertir tu pendejada plan en un desastre digno de una comedia negra.

Primero, olvida la idea romántica de morir pacíficamente en tu sofá mientras escuchas tu playlist deprimentes. Hoy en día, el gas natural ya no es tan letal como lo era antes. Gracias a las empresas, que hicieron su magia para que no contenga monóxido de carbono, ahora lo único que logras es intoxicación leve y una factura elevada de gas. Qué decepción moderna. Incluso si usas propano, prepárate para mucho dolor antes de que algo realmente suceda.

¿Y qué hay de las explosiones? Porque claro, el gas es inflamable. A alguien se le ocurrió intentar fumar mientras esperaba los efectos del gas y, sorpresa, todo explotó. Resultado: más de 28 casas dañadas, vecinos heridos y una hospitalización de un mes. Nada dice "fallé" como ser demandado por fuga de gas y acabar en prisión por intentar irte de forma dramática.

Ah, pero el drama no termina ahí. Imagínate que intentas este método y resulta que no eres tú quien muere, sino tu vecina del piso de arriba porque el monóxido de carbono subió. Ahora no solo fallaste, sino que tienes una demanda de millones de yenes en Japón. Felicitaciones, dejaste una herencia que nadie quería.

Y si llegas a morir, asegúrate de ir al baño antes. Porque si creías que la muerte es digna, déjame decirte que tu cuerpo puede decidir que es buen momento para una última evacuación. Una escena no tan bonita que puede incluir heces en lugares que nunca imaginaste.

En resumen, intoxicarte con gas es tan impredecible como jugar a la ruleta rusa, pero con más demandas legales y menos romanticismo. Si de todos modos decides intentarlo, al menos no fumes. Ya sabes, por aquello de no salir con un k-boom.​




7. ELECTROCUCIÓN

Ah, electrocutarse, el método que combina tecnología, drama y un poquito de ciencia. ¿Qué podría salir mal? Bueno, mucho, pero hablemos de los detalles para que esto no termine siendo otro intento fallido digno de un pendejo.

Primero, necesitas algo de preparación. Aquí no basta con meter los dedos en un enchufe, eso solo garantiza un mal día y un susto eléctrico. Si vas a hacerlo, hay que exponerse de verdad: pela los cables, conecta un extremo a la corriente y el otro a puntos estratégicos de tu cuerpo como el pecho o la espalda. ¿Demasiado trabajo? Lo sé, ni siquiera para esto nos dejan hacerlo fácil.

Si quieres un toque de sofisticación, puedes usar un temporizador para que todo ocurra mientras duermes. Suena relajante, ¿no? Pero cuidado, porque si los cables no están bien sujetos, podrías despertar simplemente con marcas de quemaduras y un cable suelto a tu lado. Y lo mejor: todo tu plan arruinado. ¡Qué forma tan elegante de empezar un lunes!.

Ahora, el voltaje. Esto es importante. Con solo 100 voltios, técnicamente puedes lograrlo, pero es más probable que termines teniendo calambres musculares tan intensos que parecerás bailando un robot descoordinado. Un médico diría que la muerte podría llegar tras tres minutos de fibrilación ventricular si tienes suerte, pero si fallas, podrías acabar explicándole a los paramédicos cómo terminaste pegado a un enchufe.

¿Y qué hay de las quemaduras? Bueno, la ventaja es que el cadáver queda bastante intacto, dicen que es uno de los métodos que dejan una apariencia "tranquila". Pero claro, no contemos con eso, porque si el voltaje es bajo o algo sale mal, lo único que logras es un show de luces en miniatura y un posible viaje al hospital.

Para los más atrevidos, existe la idea de usar agua. Lanzar un electrodoméstico en la bañera mientras estás dentro suena teatral, pero la confiabilidad es terrible. Si lo intentas, añade sal al agua para mejorar la conductividad. ¿Ves? Hasta para esto necesitas un poco de química básica.

En resumen, electrocutarse es una mezcla de precisión, drama y un toque de desesperación. Si vas a intentarlo, al menos asegúrate de que nadie termine gritándote “¡quédate lejos de los enchufes!” mientras sacuden un extintor frente a ti. Porque, en serio, ¿qué tan humillante sería eso?​




8. AHOGAMIENTO

Ahogarse, ese gran clásico del drama humano. Parece fácil, ¿verdad? Te lanzas al agua, dejas que la física haga lo suyo y listo: fin del espectáculo. Pero no, resulta que ahogarse es más complicado que un triatlón, solo que sin la parte de la bicicleta. Primero, tragas agua, porque tu cuerpo, tan eficiente como siempre, decide que es una buena idea respirar mientras estás bajo el agua. Spoiler: no lo es. Ahí empiezan los espasmos, las convulsiones y ese maravilloso momento en el que te das cuenta de que tus pulmones no son tan fanáticos del H2O como pensabas.

¿Sabes nadar? Pues qué maravilla, pero eso no importa. Puedes nadar mar adentro como si fueras un personaje en busca de inspiración artística, pero el cansancio y las olas tienen otros planes. Si no sabes nadar, mejor aún, porque vas directo al fondo sin tanto preámbulo. Eso sí, para los más meticulosos, puedes añadir el toque chic de atarte una roca o encadenarte manos y pies. Nada dice "estilo" como hundirte con elegancia.

Luego está ese bonus llamado hipotermia, cortesía de los mares fríos. Porque claro, morir ahogado no es suficiente; mejor agrégale ese extra de entumecimiento helado. El agua fría hace que tu cuerpo se apague más rápido que un celular con batería al 1%. Es como un paquete todo incluido: asfixia, espasmos y congelación. Un verdadero lujo.

Y, por supuesto, está el problema de arruinarle el día a otras personas. Si decides ahogarte en un lugar público, alguien tiene que encontrarte. Piensa en los rescatistas, que tendrán que arrastrar tu cuerpo mojado mientras se quejan de las estadísticas arruinadas del verano. Sin mencionar a los turistas que, en vez de fotos del atardecer, se llevarán el trauma de verte flotando como un mal decorado de Halloween.

En fin, ahogarse puede sonar poético en los libros, pero en la práctica es un desastre lleno de pánico, agua salada y pésimas decisiones. Pero oye, al menos ahora sabes a qué te enfrentas. Porque si algo sobra en la vida, son formas irónicamente complicadas de terminarla.




9. AUTOINMOLACIÓN

Ah, la autoinmolación, esa obra de arte del sufrimiento humano, perfecta si estás buscando hacer una declaración que nadie olvide jamás, incluyendo tus vecinos y posiblemente los bomberos. Porque sí, prenderte fuego es tan dramático como suena, pero también es una logística infernal.

Primero, necesitas al menos cinco litros de gasolina o queroseno. No, no puedes escatimar aquí; esto no es un asado, es todo tu cuerpo en llamas. Y asegúrate de aplicarlo bien, de pies a cabeza, como si te estuvieras bañando en un perfume de la peor pesadilla.

El momento de encender el fuego es clave. Puedes usar un fósforo, un encendedor o incluso una chispa espontánea si tienes mucha suerte. Pero no pienses que esto será un instante de paz; no, te envolverán las llamas, sentirás un ardor insoportable, y si te queda energía, puede que incluso ruedes por el suelo intentando apagarlo. Spoiler: no funcionará.

Ah, y el olor. No olvidemos el inconfundible aroma a carne quemada que dejarás como legado. Y si alguien intenta apagar el fuego, puedes gritar algo heroico, como "¡No vengan!", porque, claro, quieres asegurarte de que la tragedia sea solo tuya. Si sobrevives, felicidades, ahora eres un candidato para pasar años en el hospital con quemaduras graves y posiblemente lleno de tumores cicatriciales. Glamour puro, ¿verdad?.

¿Crees que el impacto social lo vale? Bueno, algunos lo han usado como protesta, desde monjes vietnamitas hasta estudiantes coreanos. Pero ten en cuenta que esas historias terminan con aplausos póstumos y horribles descripciones de cuerpos carbonizados. Porque sí, una vez que tu piel se quema, los músculos debajo son difíciles de destruir gracias a la maravilla de la biología humana.

¿El resumen? La autoinmolación es básicamente un grito final al mundo, pero viene con una etiqueta de precio altísima: dolor extremo, riesgo de sobrevivir (porque el universo es cruel así), y un legado que olerá a queroseno para siempre. Pero hey, cada quien con sus decisiones.




10. CONGELACIÓN

Congelarse hasta morir, ¡qué delicia tan gélida y mórbidamente poética! Si estás buscando la forma más lenta y "artísticamente trágica" de irte, esto puede ser para ti. La congelación no es solo para los exploradores que se pierden en las montañas; puedes lograrlo en tu propia casa con un poco de creatividad y muchas ganas de complicarte la vida.

El método clásico, claro, es ir a las montañas nevadas. Elige un lugar tan remoto que ni los zorros quieran pasar por ahí. Lleva tranquilizantes y analgésicos para facilitar el proceso y, por qué no, un poco de alcohol para ese toque cálido (y letal). Ah, y asegúrate de quitarte la ropa, porque el frío solo funciona si te entregas por completo a él. Eso sí, procura que nadie te encuentre a medio camino, porque si sobrevives, podrían tener que amputarte las extremidades congeladas. ¡Qué excitante!.

Si prefieres un enfoque más doméstico, puedes hacerlo en la comodidad de tu habitación. Abre ventanas, usa ventiladores y báñate en agua fría. Incluso puedes añadir ayuno y falta de sueño para asegurarte de que tu cuerpo esté completamente derrotado antes de enfrentar al frío. Y no olvides ese toque final de alcohol, que acelera la hipotermia y te envuelve en un trance dulcemente mortal. ¿Romántico, verdad?.

Ahora, el proceso: al principio, tu cuerpo temblará como un teléfono en vibración. Luego llega el letargo, como cuando te quedas dormid@ después de ver una película aburrida. Y finalmente, un "dulce trance" te lleva lentamente a la muerte, acompañado de alucinaciones que algunos describen como luces brillantes y música celestial. Por supuesto, es solo hasta que te congelas por completo y pierdes el conocimiento.

¿La parte estética? Si lo haces en nieve fresca, tu cuerpo puede parecer un adorno congelado, casi intacto, con piel pálida y translúcida. Pero cuidado con la primavera: cuando la nieve se derrite, el espectáculo cambia a putrefacción y, en algunos casos, tus restos pueden ser el festín de zorros hambrientos. Una obra de arte efímera, por así decirlo.

En resumen, congelarte es todo un espectáculo gélido lleno de detalles grotescamente fascinantes. Ideal para quienes buscan combinar lo dramático con lo innecesariamente complicado. Porque, seamos sinceros, si algo hemos aprendido, es que hasta morir puede tener un toque de sarcasmo y estilo.



10. CASOS ESPECIALES

Morir de hambre, la solución perfecta para quienes prefieren un drama lento, trágico y completamente innecesario. Este método no es para los débiles de voluntad; se necesita un nivel de compromiso digno de un maratón, pero sin la diversión de correr ni la meta gloriosa al final. Aquí vamos con los detalles.

Primero, el cronómetro: puedes sobrevivir entre 30 y 40 días solo con agua. Pero si decides ser aún más extremo y renuncias a cualquier líquido, felicidades, has reducido tu tiempo de sufrimiento a unas acogedoras 1 o 2 semanas. Eso sí, si tienes algo de "almacenamiento extra" (sí, hablo de grasa), tu cuerpo hará todo lo posible para aferrarse a la vida un poco más. Así que sí, ser delgado tiene sus ventajas aquí.

El proceso es tan divertido como suena: tu cuerpo empieza a devorar todo lo que tiene dentro para mantenerse en marcha. Primero van las reservas de glucosa, luego la grasa, y cuando ya no queda nada, empieza a descomponer tus propios músculos. Es como un banquete interno en el que tú eres el menú completo. Y mientras todo esto pasa, te vuelves más débil, tus órganos empiezan a fallar, y tus pensamientos se nublan como un día lluvioso.

Y no creas que es todo poesía y sufrimiento silencioso. No, tu cuerpo empieza a emitir un olor muy particular debido a la acumulación de toxinas. Básicamente, te conviertes en tu propio repelente humano. ¡Todo un espectáculo! Por si fuera poco, si alguien llega a encontrarte antes de que termines el "proceso", el rescate puede ser tan traumático como la experiencia misma.

Así que morir de hambre, aunque suene poético en teoría, es realmente una forma de prolongar el sufrimiento, dejando a tu cuerpo luchando hasta el último segundo. Pero oye, si la idea es hacer una declaración existencial, esta definitivamente asegura que nadie te olvide... al menos hasta que el olor desaparezca.



Las armas de fuego, el cliché hollywoodense que promete un final rápido, directo y, aparentemente, "sin dolor". Pero, claro, la realidad es un poco más complicada y mucho menos glamorosa que en las películas. Vamos al detalle.

Primero, está el tema de conseguir el arma. ¿Creías que solo ibas a entrar a una tienda y pedir una con un guiño? No, mi ciele, en la mayoría de los lugares esto es más complicado que pedir un café con veinte especificaciones en Starbucks. Pero supongamos que logras conseguir una. Ahora viene la parte técnica: disparar.

La mayoría de la gente piensa que solo necesitas apuntar a la sien o debajo de la mandíbula y apretar el gatillo. ¡Sorpresa! Si no haces bien los cálculos, puedes terminar con el cráneo fracturado, una mandíbula destrozada y, lo peor de todo, vivo. Eso sí, posiblemente sin la capacidad de hablar o de moverte. Sería un intento fallido de manual, pero con un giro trágico.

El truco, según este macabro manual, está en perforar el bulbo raquídeo. Pero, ¿quién tiene tiempo para clases de anatomía avanzada cuando estás en un momento así? Apuntar mal puede ser tan común como un lunes gris. Y, por supuesto, los resultados son igual de devastadores.

En resumen, si creías que el arma de fuego era la solución rápida y sin fallos, más vale que seas un experto en balística o estés dispuesto a jugártela con un margen de error que te podría costar más de lo planeado. Y no olvides el desorden: sangre, fragmentos, y un espectáculo que haría llorar a cualquier equipo de limpieza. Porque sí, hasta para esto hay que tener algo de precisión y estilo.



¿Quieres dejar un recuerdo o inmortalizar tu imagen? Entonces, pon una cámara y empieza a grabar :).




Bueno chikis, después de leer este manual, puedo decirte que la muerte es como... un montaje que siempre quisiste hacer pero que resulta ser un desastre complicadísimo. Este libro te da "instrucciones detalladas" y muy detallas, pero en realidad parece una mezcla entre un manual de pasos a realizar y una receta de cocina infernal. Todo está lleno de pasos específicos, ingredientes raros y advertencias del tipo: "Cuidado, podría no funcionar, y entonces la pasarás peor que antes y quedaras como un pendejo".

Cada método tiene su encanto macabro, pero lo que realmente queda claro es que incluso morir requiere más esfuerzo y planificación que hacer tu declaración de impuestos. ¿Ahogarte? Caótico. ¿Congelarte? Lento como una pelicula coreana. ¿Armas de fuego? Una ruleta rusa con probabilidades aún más crueles. ¿Morir de hambre? Un reality show de resistencia extrema, pero sin el premio. En serio, hasta el suicidio tiene sus desafíos logísticos.

Pero el verdadero mensaje aquí, aunque el libro no lo diga en voz alta, es que la vida es un chiste cruel pero lleno de ironía. Pasamos toda nuestra existencia tratando de evitar el dolor, solo para encontrar que incluso la salida final viene con su propia dosis de sufrimiento. Y lo más gracioso, si puedes llamarlo así, es que este libro, en su intento de ser útil, te muestra que morir puede ser aún más complicado que vivir. ¿Conclusión? Mejor invierte ese esfuerzo en algo más divertido, como sobrevivir a la vida misma. ¡Total, ya estamos aquí! y algún día moriremos, y como dije... "Al final, tú eliges cuál es la mejor opción."



El Mejor GORE con Melany
 
Ya vete a dormir flaca, ya has trabajado mucho 🦍
 



Antes que nada: Este post está aquí para ayudarte... a tomar una mejor decisión.
Puede que sientas que todo está oscuro, pero nunca estás completamente sol@. Siempre hay alguien, aunque no lo veas, que te quiere con vida, ya sea para bien o para mal.

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Toda la información de este post esta inspirado en el libro: "El completo manual del suicidio".

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Para mí, el suicidio no es algo trágico o misterioso, como muchos lo ven. Es más una decisión personal, algo que puedo planear y ejecutar si lo creo necesario. No se trata de que odie mi vida o esté buscando respuestas a preguntas como "¿Por qué vivir?" o "¿Por qué morir?". Más bien, siento que el suicidio es una opción, un acto de control sobre mi propia existencia cuando todo lo demás parece escaparse de mis manos.

Sé que para muchos esto puede sonar frío o extraño, pero pienso que no siempre necesitamos razones profundas o grandes tragedias para considerar esta posibilidad. A veces, simplemente la vida pierde sentido o se vuelve un ciclo repetitivo que no quiero seguir.

En algún momento, incluso puede sentirse como un alivio el saber que existe una salida. No digo que sea fácil, pero si decido tomar ese camino, prefiero hacerlo con claridad y control, sin depender de los demás.

Al final tu decides... :)



1. TOMAR MEDICAMENTOS

Ah, tomar medicamentos, el clásico "me quedo dormid@ y me voy para siempre", ¿no? Suena perfecto en teoría, como esas películas donde la chica triste toma un puñado de pastillas y se despide con una nota poética o patética. Pero déjame decirte, la realidad es un poquito menos glamorosa, como asi decirlo.

Primero, necesitas preparación. No puedes simplemente tragarte lo primero que encuentres en el botiquín. Tienes que planearlo, como si estuvieras organizando una fiesta... solo que esta vez, para uno, total ni amigos tienes. Tu estómago tiene que estar vacío porque, adivina qué, si comes de más, tu cuerpo dice: "Esto no me gusta", y vomitas todo como si estuvieras en la peor resaca de tu vida. Ah, y no olvides triturar las pastillas y mezclarlas con yogur o miel. Porque, claro, ¿qué mejor manera de irte que con un postre raro? ¿no?

El alcohol es el mejor amigo de las pastillas, según dicen. Se supone que acelera todo el proceso y multiplica los efectos. Pero tienes que tener cuidado de elegir un lugar donde nadie te interrumpa por al menos ocho horas. ¿Te imaginas que alguien te encuentre antes? uyy... fallido. Luego terminas en el hospital con un enema y sermones sobre "lo valiosa que es la vida". Qué mierda. Ni para matarse sirves.

Ahora, hablemos de los medicamentos en sí. No todos son tan efectivos como parecen. Por ejemplo, las pastillas para dormir como Lithrone S o Ataraxone son un clásico, pero necesitas tragarte tantas que parece un reto de TikTok, ug. ¿Codeína? Buena opción, pero más difícil de conseguir que un novio fiel. ¿Acetaminofén? Podrías lograrlo, pero prepárate para días de insuficiencia hepática y una muerte nada rápida.

Lo que más me encanta de esta opción es la incertidumbre. Puedes calcular mal la dosis, y en lugar de "adiós mundo cruel", terminas con vómitos, alucinaciones o, peor aún, rescatada. ¡Qué vergüenza! Ahí estás, escuchando a los médicos otra vez decir cosas como: "Tu hígado está arruinado, pero sobrevivirás".

Así que, si estás pensando en medicamentos, te lo resumo: prepara todo como si fuera tu último proyecto escolar, pero no esperes que sea tan fácil como en los libros o las películas. Porque la vida, incluso cuando quieres terminarla, sigue siendo un fastidio lleno de trámites y complicaciones.​

Lo mas cercano que te veras luego de esta decisión, vamos, no se ve tan mal. Talvez sobrevivas :(

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2. AHORCAMIENTO
Aww, el ahorcamiento, el "rey de los métodos de suicidio", dicen. Claro, suena elegante en teoría, pero déjame contarte una cosita: no es tan exquisito como podrías imaginar. Primero, no necesitas ser un experto en nudos marineros ni buscar la rama perfecta de un árbol centenario ok. Con una cuerda, un cinturón o incluso una cinta de embalaje, puedes improvisar, se creativo, incluso lo puedes transmitir en vivo. ¿El punto de suspensión? No necesitas el techo de una catedral, aunque seria bello; una puerta, una estantería o incluso la cama pueden servir. Sí, hasta suicidarte puedes ser económico, vamos ni que fueras tan pobre.

El truco está en asegurarte de que el peso haga su trabajo. Porque, si no lo haces bien, podrías terminar vivo, sí vivo, con daño cerebral, y luego tendrás que soportar la vergüenza de que todos te miren raro. ¡Qué inútil "¿Así que querías matarte y fallaste?" Definitivamente, no es la conversación que quieres tener en la cena familiar.

Fisiológicamente, el ahorcamiento no es solo "te cuelgas y ya". No, chiki, esto tiene ciencia. Si lo haces bien, en unos minutos la sangre deja de llegar al cerebro, pierdes la conciencia, y adiós. Pero claro, antes de eso vienen los efectos especiales: mareos, flashes de luz y, si tienes suerte, unos espasmos que podrían hacer que alguien diga que pareces bailando breakdance antes de quedarte ties@.

Ahora, si te preocupan los detalles estéticos, como quedar con los ojos saltones y la lengua afuera como mongol, no te estreses tanto. No pasa siempre. Aunque, eso sí, puede que te orines o, si eres hombre, tengas un momento de "eyaculación póstuma". Bonito recuerdo para quien te encuentre, ¿no? ggg

Pero ojo, porque este método también tiene sus "fails". Hay casos de gente que lo intentó y terminó sobreviviendo con daños cerebrales graves, básicamente en modo vegetal. No sé tú, pero eso suena mucho peor que seguir viv@ con tus dramas cotidianos.

En resumen, el ahorcamiento tiene su reputación por ser efectivo, pero como todo, depende de la ejecución. Si vas a hacerlo, al menos no dejes una escena tan ridícula como para aparecer en estos sitios de internet.

Una hermosa Recopilación de gente que lo hizo... vaya viéndote.​

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3. SALTAR DE UN EDIFICIO

Ah, saltar de un edificio, el clásico de los clásicos para los dramas modernos. Si vas a hacerlo, mínimo hazlo con estilo, ¿no? Porque si algo aprendí leyendo sobre este método es que hasta para esto hay que tener logística. No es tan fácil como parece, créanme.

Primero, necesitas una altura decente. Nada de lanzarte del segundo piso como si fueras un acrobático profesional. Si no quieres acabar con las dos piernas rotas y el orgullo destrozado, mínimo apunta a 20 metros de altura. Eso son como 7-8 pisos. Desde el cuarto piso, pues… digamos que el 50% de probabilidades de morir no suena tan emocionante como parece. Y no me hagas hablar de los arbustos o toldos de las ventanas que podrían "suavizar" la caída. Más que morir, acabarías como un mal origami humano.

Ahora, el terreno. Mi recomendación: busca concreto. Nada de pastito o techos de autos que amortigüen la caída. Imagina caer en un arbusto y que te encuentren ahí, enredad@ como decoración navideña. Qué palta. Eso sí, trata de no caer encima de nadie, porque imagínate la demanda. “pendej@ destruye a peatón mientras intenta destruirse a sí misma.” ¡no mames!

Lo que nadie te dice es que la sensación en la caída puede ser, en realidad, bastante interesante. Algunos sobrevivientes cuentan que todo es sorprendentemente… tranquilo. Como ese momento de zen que sientes al saber que no pagaste tu tarjeta de crédito a tiempo. Eso sí, el impacto, dependiendo de cómo caigas (cabeza, pies, o cadera), puede ser un final épico o una tragedia ambulante. Todo depende de tu nivel de precisión. ¡Qué presión!

Y por supuesto, no podemos ignorar los grandes referentes. Está Yukiko Okada, la idol japonesa que prácticamente puso este método de moda entre los fans de las alturas. Literalmente convirtió su caída en un manifiesto cultural. Entre eso y la urbanización, los rascacielos se han convertido en los favoritos para esta obra maestra.

Eso sí, si ya estás pensando en esto, al menos ten la decencia de planearlo bien. Nada de arruinarle el día a la señora que pasea a su perro. Piensa en un lugar tranquilo, donde no te molesten y, por amor al espectáculo y a las cámaras, que no haya obstáculos en el camino. No queremos que te rescaten con frases del tipo: “Intenté lanzarme, pero unos cables de poste de luz decidió que no era mi día”. ¡Qué mierda bro!?​
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4. CORTES EN MUÑECAS Y CARÓTIDAS

Ah, los cortes en muñecas y carótidas lo hermoso <3. La vieja confiable del drama existencial. Eso sí, antes de empezar, asegúrate de que tienes determinación, porque este método no es para los mariquitas de voluntad ni para quienes se asustan con un poquito de sangre. Vamos por algo estas viendo gore ¿no?

Primero, las muñecas. Parece tan sencillo, ¿verdad? Una cuchillada rápida, un poco de sangre y listo. Pues no, vv. La realidad es que las venas no están ahí esperando ser cortadas como si fueran espaguetis al dente. Para que sea letal, necesitas llegar a la arteria. Y déjame decirte, eso es un desafío. Hay tendones, músculos y hasta tu sentido común intentando detenerte. Si solo cortas la vena, lo único que consigues es un gran meh: 200 a 300 ml de sangre, una cita en urgencias y cicatrices que te harán explicar tu “momento emo” el resto de tu vida.

¿Quieres aumentar tus probabilidades? Aquí va un hack: toma un baño caliente o un poco de alcohol antes. Eso hace que la sangre fluya más rápido, como un río salvaje. ¿Y por qué? Porque la coagulación es una traicionera y te dejará viv@ con más problemas que antes. Pero, sinceramente, aunque hagas todo esto, las probabilidades de éxito son apenas del 5%. Sí, 5%. Y a cambio, tienes cicatrices dignas de una mala película de acción y un viaje seguro al quirófano para cirugía reconstructiva.

Ahora, la carótida. Suena más épico, ¿no? Tipo, “me fui a lo grande”. Aquí sí hablamos de sangre de verdad, estilo película gore. Si logras cortarla bien, estarás inconsciente en unos 5 a 12 segundos. Pero claro, el “bien” es la parte clave. Los músculos que protegen la carótida son gruesos, como el plástico de esos envases que nunca puedes abrir sin tijeras. Así que, si no perforas con precisión, el resultado será más frustración que liberación.

¿Y sabes qué? Hay referencias culturales para esto. Kokichi Tsuburaya, el corredor de maratón, se cortó la carótida y su acto quedó como una especie de performance simbólico. Pero no nos engañemos, esto no es para cualquiera. Necesitas fuerza física y mental para no quedarte a medio camino y terminar en el hospital explicando por qué tienes un tajo cerca de la oreja.

Así que ahí lo tienes. Dos métodos, mucha sangre, y más probabilidades de hacer un espectáculo que de lograr tu cometido. Pero oye, si decides intentarlo, al menos hazlo con convicción y con una buena playlist de fondo. Porque si vas a dejar cicatrices (o peor, terminar viv@), mínimo que sea memorable.

CARÓTIDA:
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CORTE:
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5. SALTAR A LAS VIAS DEL TREN

Ah, saltar a las vías del tren. El método favorito de los amantes del caos y los fans de los finales dramáticos. Pero, ojo, no es tan sencillo como parece. No es cuestión de plantarte en cualquier estación y decir “bueno, aquí me voy”. No, chiki, esto requiere estrategia, porque si algo sale mal, podrías terminar como un rompecabezas humano esperando que alguien te arme de nuevo. Y créeme, nadie quiere ser ese alguien.

Primero, el tren tiene que ir rápido, porque si es de los que frenan cada dos cuadras, lo único que lograrás es convertirte en un desastre ambulante. Además, si vas a hacerlo, al menos hazlo en una estación de tren expreso. Nada grita “me tomé esto en serio” como un tren que no puede detenerse a tiempo para evitarte. Eso sí, hazlo de noche, no porque sea más poético, sino porque el conductor probablemente no te vea hasta que sea demasiado tarde. Y, honestamente, ¿por qué arruinarle el día más de lo necesario?

El momento del salto es clave. No lo hagas demasiado fuerte, no queremos que termines volando al otro lado de las vías como si estuvieras en una competencia de salto largo. Pero tampoco te quedes cort@, porque si el tren no te golpea de lleno, podrías acabar sobreviviendo con suficientes fracturas como para convertirte en un proyecto de reconstrucción quirúrgica. ¡Qué lindo regalo para el sistema de salud!

Ahora, hablemos de los resultados. Si tienes suerte (¿o mala suerte?), el tren hace su trabajo en segundos y bye. Pero si fallas, podrías acabar como esa mujer que perdió los pies, una mano y luego decidió casarse con un pastor para predicar sobre las maravillas de la vida. Porque claro, nada más irónico que acabar sobreviviendo y luego tener que explicar por qué intentaste esto en primer lugar.

Y por último, lo que nadie te cuenta: los costos. Sí, saltar a las vías no solo traumatiza al pobre conductor y a los pasajeros jajaja, sino que además podría dejarle a tu familia una deuda enorme por el frenado de emergencia y la limpieza. Porque sí, en países como Japón, eso no es gratis. Así que además de dejar un vacío emocional, también podrías dejar una factura. Qué responsable de tu parte.

Así que, ahí lo tienes. Un método rápido, lleno de drama, pero con un alto margen de error. Si decides hacerlo, al menos que sea con estilo. Aunque, con mi suerte, seguro que yo acabaría sobreviviendo y con un brazo menos, o talvez como el chico de... ¿Oe mano estas bien?​

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6. INTOXICACIÓN POR GAS

Ah, intoxicación por gas, el método que dice: "Me voy, pero no sin causar un poco de caos". ¿Qué tan simple puede ser? Solo tienes que cerrar todo, abrir el gas y esperar a que la ciencia haga lo suyo... o al menos eso crees. Pero, como en todo, hay detalles que pueden convertir tu pendejada plan en un desastre digno de una comedia negra.

Primero, olvida la idea romántica de morir pacíficamente en tu sofá mientras escuchas tu playlist deprimentes. Hoy en día, el gas natural ya no es tan letal como lo era antes. Gracias a las empresas, que hicieron su magia para que no contenga monóxido de carbono, ahora lo único que logras es intoxicación leve y una factura elevada de gas. Qué decepción moderna. Incluso si usas propano, prepárate para mucho dolor antes de que algo realmente suceda.

¿Y qué hay de las explosiones? Porque claro, el gas es inflamable. A alguien se le ocurrió intentar fumar mientras esperaba los efectos del gas y, sorpresa, todo explotó. Resultado: más de 28 casas dañadas, vecinos heridos y una hospitalización de un mes. Nada dice "fallé" como ser demandado por fuga de gas y acabar en prisión por intentar irte de forma dramática.

Ah, pero el drama no termina ahí. Imagínate que intentas este método y resulta que no eres tú quien muere, sino tu vecina del piso de arriba porque el monóxido de carbono subió. Ahora no solo fallaste, sino que tienes una demanda de millones de yenes en Japón. Felicitaciones, dejaste una herencia que nadie quería.

Y si llegas a morir, asegúrate de ir al baño antes. Porque si creías que la muerte es digna, déjame decirte que tu cuerpo puede decidir que es buen momento para una última evacuación. Una escena no tan bonita que puede incluir heces en lugares que nunca imaginaste.

En resumen, intoxicarte con gas es tan impredecible como jugar a la ruleta rusa, pero con más demandas legales y menos romanticismo. Si de todos modos decides intentarlo, al menos no fumes. Ya sabes, por aquello de no salir con un k-boom.​

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7. ELECTROCUCIÓN

Ah, electrocutarse, el método que combina tecnología, drama y un poquito de ciencia. ¿Qué podría salir mal? Bueno, mucho, pero hablemos de los detalles para que esto no termine siendo otro intento fallido digno de un pendejo.

Primero, necesitas algo de preparación. Aquí no basta con meter los dedos en un enchufe, eso solo garantiza un mal día y un susto eléctrico. Si vas a hacerlo, hay que exponerse de verdad: pela los cables, conecta un extremo a la corriente y el otro a puntos estratégicos de tu cuerpo como el pecho o la espalda. ¿Demasiado trabajo? Lo sé, ni siquiera para esto nos dejan hacerlo fácil.

Si quieres un toque de sofisticación, puedes usar un temporizador para que todo ocurra mientras duermes. Suena relajante, ¿no? Pero cuidado, porque si los cables no están bien sujetos, podrías despertar simplemente con marcas de quemaduras y un cable suelto a tu lado. Y lo mejor: todo tu plan arruinado. ¡Qué forma tan elegante de empezar un lunes!.

Ahora, el voltaje. Esto es importante. Con solo 100 voltios, técnicamente puedes lograrlo, pero es más probable que termines teniendo calambres musculares tan intensos que parecerás bailando un robot descoordinado. Un médico diría que la muerte podría llegar tras tres minutos de fibrilación ventricular si tienes suerte, pero si fallas, podrías acabar explicándole a los paramédicos cómo terminaste pegado a un enchufe.

¿Y qué hay de las quemaduras? Bueno, la ventaja es que el cadáver queda bastante intacto, dicen que es uno de los métodos que dejan una apariencia "tranquila". Pero claro, no contemos con eso, porque si el voltaje es bajo o algo sale mal, lo único que logras es un show de luces en miniatura y un posible viaje al hospital.

Para los más atrevidos, existe la idea de usar agua. Lanzar un electrodoméstico en la bañera mientras estás dentro suena teatral, pero la confiabilidad es terrible. Si lo intentas, añade sal al agua para mejorar la conductividad. ¿Ves? Hasta para esto necesitas un poco de química básica.

En resumen, electrocutarse es una mezcla de precisión, drama y un toque de desesperación. Si vas a intentarlo, al menos asegúrate de que nadie termine gritándote “¡quédate lejos de los enchufes!” mientras sacuden un extintor frente a ti. Porque, en serio, ¿qué tan humillante sería eso?​

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8. AHOGAMIENTO

Ahogarse, ese gran clásico del drama humano. Parece fácil, ¿verdad? Te lanzas al agua, dejas que la física haga lo suyo y listo: fin del espectáculo. Pero no, resulta que ahogarse es más complicado que un triatlón, solo que sin la parte de la bicicleta. Primero, tragas agua, porque tu cuerpo, tan eficiente como siempre, decide que es una buena idea respirar mientras estás bajo el agua. Spoiler: no lo es. Ahí empiezan los espasmos, las convulsiones y ese maravilloso momento en el que te das cuenta de que tus pulmones no son tan fanáticos del H2O como pensabas.

¿Sabes nadar? Pues qué maravilla, pero eso no importa. Puedes nadar mar adentro como si fueras un personaje en busca de inspiración artística, pero el cansancio y las olas tienen otros planes. Si no sabes nadar, mejor aún, porque vas directo al fondo sin tanto preámbulo. Eso sí, para los más meticulosos, puedes añadir el toque chic de atarte una roca o encadenarte manos y pies. Nada dice "estilo" como hundirte con elegancia.

Luego está ese bonus llamado hipotermia, cortesía de los mares fríos. Porque claro, morir ahogado no es suficiente; mejor agrégale ese extra de entumecimiento helado. El agua fría hace que tu cuerpo se apague más rápido que un celular con batería al 1%. Es como un paquete todo incluido: asfixia, espasmos y congelación. Un verdadero lujo.

Y, por supuesto, está el problema de arruinarle el día a otras personas. Si decides ahogarte en un lugar público, alguien tiene que encontrarte. Piensa en los rescatistas, que tendrán que arrastrar tu cuerpo mojado mientras se quejan de las estadísticas arruinadas del verano. Sin mencionar a los turistas que, en vez de fotos del atardecer, se llevarán el trauma de verte flotando como un mal decorado de Halloween.

En fin, ahogarse puede sonar poético en los libros, pero en la práctica es un desastre lleno de pánico, agua salada y pésimas decisiones. Pero oye, al menos ahora sabes a qué te enfrentas. Porque si algo sobra en la vida, son formas irónicamente complicadas de terminarla.

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9. AUTOINMOLACIÓN

Ah, la autoinmolación, esa obra de arte del sufrimiento humano, perfecta si estás buscando hacer una declaración que nadie olvide jamás, incluyendo tus vecinos y posiblemente los bomberos. Porque sí, prenderte fuego es tan dramático como suena, pero también es una logística infernal.

Primero, necesitas al menos cinco litros de gasolina o queroseno. No, no puedes escatimar aquí; esto no es un asado, es todo tu cuerpo en llamas. Y asegúrate de aplicarlo bien, de pies a cabeza, como si te estuvieras bañando en un perfume de la peor pesadilla.

El momento de encender el fuego es clave. Puedes usar un fósforo, un encendedor o incluso una chispa espontánea si tienes mucha suerte. Pero no pienses que esto será un instante de paz; no, te envolverán las llamas, sentirás un ardor insoportable, y si te queda energía, puede que incluso ruedes por el suelo intentando apagarlo. Spoiler: no funcionará.

Ah, y el olor. No olvidemos el inconfundible aroma a carne quemada que dejarás como legado. Y si alguien intenta apagar el fuego, puedes gritar algo heroico, como "¡No vengan!", porque, claro, quieres asegurarte de que la tragedia sea solo tuya. Si sobrevives, felicidades, ahora eres un candidato para pasar años en el hospital con quemaduras graves y posiblemente lleno de tumores cicatriciales. Glamour puro, ¿verdad?.

¿Crees que el impacto social lo vale? Bueno, algunos lo han usado como protesta, desde monjes vietnamitas hasta estudiantes coreanos. Pero ten en cuenta que esas historias terminan con aplausos póstumos y horribles descripciones de cuerpos carbonizados. Porque sí, una vez que tu piel se quema, los músculos debajo son difíciles de destruir gracias a la maravilla de la biología humana.

¿El resumen? La autoinmolación es básicamente un grito final al mundo, pero viene con una etiqueta de precio altísima: dolor extremo, riesgo de sobrevivir (porque el universo es cruel así), y un legado que olerá a queroseno para siempre. Pero hey, cada quien con sus decisiones.

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10. CONGELACIÓN

Congelarse hasta morir, ¡qué delicia tan gélida y mórbidamente poética! Si estás buscando la forma más lenta y "artísticamente trágica" de irte, esto puede ser para ti. La congelación no es solo para los exploradores que se pierden en las montañas; puedes lograrlo en tu propia casa con un poco de creatividad y muchas ganas de complicarte la vida.

El método clásico, claro, es ir a las montañas nevadas. Elige un lugar tan remoto que ni los zorros quieran pasar por ahí. Lleva tranquilizantes y analgésicos para facilitar el proceso y, por qué no, un poco de alcohol para ese toque cálido (y letal). Ah, y asegúrate de quitarte la ropa, porque el frío solo funciona si te entregas por completo a él. Eso sí, procura que nadie te encuentre a medio camino, porque si sobrevives, podrían tener que amputarte las extremidades congeladas. ¡Qué excitante!.

Si prefieres un enfoque más doméstico, puedes hacerlo en la comodidad de tu habitación. Abre ventanas, usa ventiladores y báñate en agua fría. Incluso puedes añadir ayuno y falta de sueño para asegurarte de que tu cuerpo esté completamente derrotado antes de enfrentar al frío. Y no olvides ese toque final de alcohol, que acelera la hipotermia y te envuelve en un trance dulcemente mortal. ¿Romántico, verdad?.

Ahora, el proceso: al principio, tu cuerpo temblará como un teléfono en vibración. Luego llega el letargo, como cuando te quedas dormid@ después de ver una película aburrida. Y finalmente, un "dulce trance" te lleva lentamente a la muerte, acompañado de alucinaciones que algunos describen como luces brillantes y música celestial. Por supuesto, es solo hasta que te congelas por completo y pierdes el conocimiento.

¿La parte estética? Si lo haces en nieve fresca, tu cuerpo puede parecer un adorno congelado, casi intacto, con piel pálida y translúcida. Pero cuidado con la primavera: cuando la nieve se derrite, el espectáculo cambia a putrefacción y, en algunos casos, tus restos pueden ser el festín de zorros hambrientos. Una obra de arte efímera, por así decirlo.

En resumen, congelarte es todo un espectáculo gélido lleno de detalles grotescamente fascinantes. Ideal para quienes buscan combinar lo dramático con lo innecesariamente complicado. Porque, seamos sinceros, si algo hemos aprendido, es que hasta morir puede tener un toque de sarcasmo y estilo.

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10. CASOS ESPECIALES

Morir de hambre, la solución perfecta para quienes prefieren un drama lento, trágico y completamente innecesario. Este método no es para los débiles de voluntad; se necesita un nivel de compromiso digno de un maratón, pero sin la diversión de correr ni la meta gloriosa al final. Aquí vamos con los detalles.

Primero, el cronómetro: puedes sobrevivir entre 30 y 40 días solo con agua. Pero si decides ser aún más extremo y renuncias a cualquier líquido, felicidades, has reducido tu tiempo de sufrimiento a unas acogedoras 1 o 2 semanas. Eso sí, si tienes algo de "almacenamiento extra" (sí, hablo de grasa), tu cuerpo hará todo lo posible para aferrarse a la vida un poco más. Así que sí, ser delgado tiene sus ventajas aquí.

El proceso es tan divertido como suena: tu cuerpo empieza a devorar todo lo que tiene dentro para mantenerse en marcha. Primero van las reservas de glucosa, luego la grasa, y cuando ya no queda nada, empieza a descomponer tus propios músculos. Es como un banquete interno en el que tú eres el menú completo. Y mientras todo esto pasa, te vuelves más débil, tus órganos empiezan a fallar, y tus pensamientos se nublan como un día lluvioso.

Y no creas que es todo poesía y sufrimiento silencioso. No, tu cuerpo empieza a emitir un olor muy particular debido a la acumulación de toxinas. Básicamente, te conviertes en tu propio repelente humano. ¡Todo un espectáculo! Por si fuera poco, si alguien llega a encontrarte antes de que termines el "proceso", el rescate puede ser tan traumático como la experiencia misma.

Así que morir de hambre, aunque suene poético en teoría, es realmente una forma de prolongar el sufrimiento, dejando a tu cuerpo luchando hasta el último segundo. Pero oye, si la idea es hacer una declaración existencial, esta definitivamente asegura que nadie te olvide... al menos hasta que el olor desaparezca.



Las armas de fuego, el cliché hollywoodense que promete un final rápido, directo y, aparentemente, "sin dolor". Pero, claro, la realidad es un poco más complicada y mucho menos glamorosa que en las películas. Vamos al detalle.

Primero, está el tema de conseguir el arma. ¿Creías que solo ibas a entrar a una tienda y pedir una con un guiño? No, mi ciele, en la mayoría de los lugares esto es más complicado que pedir un café con veinte especificaciones en Starbucks. Pero supongamos que logras conseguir una. Ahora viene la parte técnica: disparar.

La mayoría de la gente piensa que solo necesitas apuntar a la sien o debajo de la mandíbula y apretar el gatillo. ¡Sorpresa! Si no haces bien los cálculos, puedes terminar con el cráneo fracturado, una mandíbula destrozada y, lo peor de todo, vivo. Eso sí, posiblemente sin la capacidad de hablar o de moverte. Sería un intento fallido de manual, pero con un giro trágico.

El truco, según este macabro manual, está en perforar el bulbo raquídeo. Pero, ¿quién tiene tiempo para clases de anatomía avanzada cuando estás en un momento así? Apuntar mal puede ser tan común como un lunes gris. Y, por supuesto, los resultados son igual de devastadores.

En resumen, si creías que el arma de fuego era la solución rápida y sin fallos, más vale que seas un experto en balística o estés dispuesto a jugártela con un margen de error que te podría costar más de lo planeado. Y no olvides el desorden: sangre, fragmentos, y un espectáculo que haría llorar a cualquier equipo de limpieza. Porque sí, hasta para esto hay que tener algo de precisión y estilo.

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Bueno chikis, después de leer este manual, puedo decirte que la muerte es como... un montaje que siempre quisiste hacer pero que resulta ser un desastre complicadísimo. Este libro te da "instrucciones detalladas" y muy detallas, pero en realidad parece una mezcla entre un manual de pasos a realizar y una receta de cocina infernal. Todo está lleno de pasos específicos, ingredientes raros y advertencias del tipo: "Cuidado, podría no funcionar, y entonces la pasarás peor que antes y quedaras como un pendejo".

Cada método tiene su encanto macabro, pero lo que realmente queda claro es que incluso morir requiere más esfuerzo y planificación que hacer tu declaración de impuestos. ¿Ahogarte? Caótico. ¿Congelarte? Lento como una pelicula coreana. ¿Armas de fuego? Una ruleta rusa con probabilidades aún más crueles. ¿Morir de hambre? Un reality show de resistencia extrema, pero sin el premio. En serio, hasta el suicidio tiene sus desafíos logísticos.

Pero el verdadero mensaje aquí, aunque el libro no lo diga en voz alta, es que la vida es un chiste cruel pero lleno de ironía. Pasamos toda nuestra existencia tratando de evitar el dolor, solo para encontrar que incluso la salida final viene con su propia dosis de sufrimiento. Y lo más gracioso, si puedes llamarlo así, es que este libro, en su intento de ser útil, te muestra que morir puede ser aún más complicado que vivir. ¿Conclusión? Mejor invierte ese esfuerzo en algo más divertido, como sobrevivir a la vida misma. ¡Total, ya estamos aquí! y algún día moriremos, y como dije... "Al final, tú eliges cuál es la mejor opción."



El Mejor GORE con Melany

Jaja jajaja si sufrio es mejor que muera tonces y ya
 
Prefiero morir que leer.
 



Antes que nada: Este post está aquí para ayudarte... a tomar una mejor decisión.
Puede que sientas que todo está oscuro, pero nunca estás completamente sol@. Siempre hay alguien, aunque no lo veas, que te quiere con vida, ya sea para bien o para mal.

Al final... tu decides. Pero piensa en esto:​

"a veces, lo más aterrador no es seguir adelante, sino darse cuenta de todo lo que podrías perder si te rindes."

Siempre hay una ayuda... y esta disponible.
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  • Venezuela: 0-800-PSIQUE
  • Guatemala: +502 5392 5953

Toda la información de este post esta inspirado en el libro: "El completo manual del suicidio".

Hecho por Melany FT​



Para mí, el suicidio no es algo trágico o misterioso, como muchos lo ven. Es más una decisión personal, algo que puedo planear y ejecutar si lo creo necesario. No se trata de que odie mi vida o esté buscando respuestas a preguntas como "¿Por qué vivir?" o "¿Por qué morir?". Más bien, siento que el suicidio es una opción, un acto de control sobre mi propia existencia cuando todo lo demás parece escaparse de mis manos.

Sé que para muchos esto puede sonar frío o extraño, pero pienso que no siempre necesitamos razones profundas o grandes tragedias para considerar esta posibilidad. A veces, simplemente la vida pierde sentido o se vuelve un ciclo repetitivo que no quiero seguir.

En algún momento, incluso puede sentirse como un alivio el saber que existe una salida. No digo que sea fácil, pero si decido tomar ese camino, prefiero hacerlo con claridad y control, sin depender de los demás.

Al final tu decides... :)



1. TOMAR MEDICAMENTOS

Ah, tomar medicamentos, el clásico "me quedo dormid@ y me voy para siempre", ¿no? Suena perfecto en teoría, como esas películas donde la chica triste toma un puñado de pastillas y se despide con una nota poética o patética. Pero déjame decirte, la realidad es un poquito menos glamorosa, como asi decirlo.

Primero, necesitas preparación. No puedes simplemente tragarte lo primero que encuentres en el botiquín. Tienes que planearlo, como si estuvieras organizando una fiesta... solo que esta vez, para uno, total ni amigos tienes. Tu estómago tiene que estar vacío porque, adivina qué, si comes de más, tu cuerpo dice: "Esto no me gusta", y vomitas todo como si estuvieras en la peor resaca de tu vida. Ah, y no olvides triturar las pastillas y mezclarlas con yogur o miel. Porque, claro, ¿qué mejor manera de irte que con un postre raro? ¿no?

El alcohol es el mejor amigo de las pastillas, según dicen. Se supone que acelera todo el proceso y multiplica los efectos. Pero tienes que tener cuidado de elegir un lugar donde nadie te interrumpa por al menos ocho horas. ¿Te imaginas que alguien te encuentre antes? uyy... fallido. Luego terminas en el hospital con un enema y sermones sobre "lo valiosa que es la vida". Qué mierda. Ni para matarse sirves.

Ahora, hablemos de los medicamentos en sí. No todos son tan efectivos como parecen. Por ejemplo, las pastillas para dormir como Lithrone S o Ataraxone son un clásico, pero necesitas tragarte tantas que parece un reto de TikTok, ug. ¿Codeína? Buena opción, pero más difícil de conseguir que un novio fiel. ¿Acetaminofén? Podrías lograrlo, pero prepárate para días de insuficiencia hepática y una muerte nada rápida.

Lo que más me encanta de esta opción es la incertidumbre. Puedes calcular mal la dosis, y en lugar de "adiós mundo cruel", terminas con vómitos, alucinaciones o, peor aún, rescatada. ¡Qué vergüenza! Ahí estás, escuchando a los médicos otra vez decir cosas como: "Tu hígado está arruinado, pero sobrevivirás".

Así que, si estás pensando en medicamentos, te lo resumo: prepara todo como si fuera tu último proyecto escolar, pero no esperes que sea tan fácil como en los libros o las películas. Porque la vida, incluso cuando quieres terminarla, sigue siendo un fastidio lleno de trámites y complicaciones.​

Lo mas cercano que te veras luego de esta decisión, vamos, no se ve tan mal. Talvez sobrevivas :(

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2. AHORCAMIENTO
Aww, el ahorcamiento, el "rey de los métodos de suicidio", dicen. Claro, suena elegante en teoría, pero déjame contarte una cosita: no es tan exquisito como podrías imaginar. Primero, no necesitas ser un experto en nudos marineros ni buscar la rama perfecta de un árbol centenario ok. Con una cuerda, un cinturón o incluso una cinta de embalaje, puedes improvisar, se creativo, incluso lo puedes transmitir en vivo. ¿El punto de suspensión? No necesitas el techo de una catedral, aunque seria bello; una puerta, una estantería o incluso la cama pueden servir. Sí, hasta suicidarte puedes ser económico, vamos ni que fueras tan pobre.

El truco está en asegurarte de que el peso haga su trabajo. Porque, si no lo haces bien, podrías terminar vivo, sí vivo, con daño cerebral, y luego tendrás que soportar la vergüenza de que todos te miren raro. ¡Qué inútil "¿Así que querías matarte y fallaste?" Definitivamente, no es la conversación que quieres tener en la cena familiar.

Fisiológicamente, el ahorcamiento no es solo "te cuelgas y ya". No, chiki, esto tiene ciencia. Si lo haces bien, en unos minutos la sangre deja de llegar al cerebro, pierdes la conciencia, y adiós. Pero claro, antes de eso vienen los efectos especiales: mareos, flashes de luz y, si tienes suerte, unos espasmos que podrían hacer que alguien diga que pareces bailando breakdance antes de quedarte ties@.

Ahora, si te preocupan los detalles estéticos, como quedar con los ojos saltones y la lengua afuera como mongol, no te estreses tanto. No pasa siempre. Aunque, eso sí, puede que te orines o, si eres hombre, tengas un momento de "eyaculación póstuma". Bonito recuerdo para quien te encuentre, ¿no? ggg

Pero ojo, porque este método también tiene sus "fails". Hay casos de gente que lo intentó y terminó sobreviviendo con daños cerebrales graves, básicamente en modo vegetal. No sé tú, pero eso suena mucho peor que seguir viv@ con tus dramas cotidianos.

En resumen, el ahorcamiento tiene su reputación por ser efectivo, pero como todo, depende de la ejecución. Si vas a hacerlo, al menos no dejes una escena tan ridícula como para aparecer en estos sitios de internet.

Una hermosa Recopilación de gente que lo hizo... vaya viéndote.​

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3. SALTAR DE UN EDIFICIO

Ah, saltar de un edificio, el clásico de los clásicos para los dramas modernos. Si vas a hacerlo, mínimo hazlo con estilo, ¿no? Porque si algo aprendí leyendo sobre este método es que hasta para esto hay que tener logística. No es tan fácil como parece, créanme.

Primero, necesitas una altura decente. Nada de lanzarte del segundo piso como si fueras un acrobático profesional. Si no quieres acabar con las dos piernas rotas y el orgullo destrozado, mínimo apunta a 20 metros de altura. Eso son como 7-8 pisos. Desde el cuarto piso, pues… digamos que el 50% de probabilidades de morir no suena tan emocionante como parece. Y no me hagas hablar de los arbustos o toldos de las ventanas que podrían "suavizar" la caída. Más que morir, acabarías como un mal origami humano.

Ahora, el terreno. Mi recomendación: busca concreto. Nada de pastito o techos de autos que amortigüen la caída. Imagina caer en un arbusto y que te encuentren ahí, enredad@ como decoración navideña. Qué palta. Eso sí, trata de no caer encima de nadie, porque imagínate la demanda. “pendej@ destruye a peatón mientras intenta destruirse a sí misma.” ¡no mames!

Lo que nadie te dice es que la sensación en la caída puede ser, en realidad, bastante interesante. Algunos sobrevivientes cuentan que todo es sorprendentemente… tranquilo. Como ese momento de zen que sientes al saber que no pagaste tu tarjeta de crédito a tiempo. Eso sí, el impacto, dependiendo de cómo caigas (cabeza, pies, o cadera), puede ser un final épico o una tragedia ambulante. Todo depende de tu nivel de precisión. ¡Qué presión!

Y por supuesto, no podemos ignorar los grandes referentes. Está Yukiko Okada, la idol japonesa que prácticamente puso este método de moda entre los fans de las alturas. Literalmente convirtió su caída en un manifiesto cultural. Entre eso y la urbanización, los rascacielos se han convertido en los favoritos para esta obra maestra.

Eso sí, si ya estás pensando en esto, al menos ten la decencia de planearlo bien. Nada de arruinarle el día a la señora que pasea a su perro. Piensa en un lugar tranquilo, donde no te molesten y, por amor al espectáculo y a las cámaras, que no haya obstáculos en el camino. No queremos que te rescaten con frases del tipo: “Intenté lanzarme, pero unos cables de poste de luz decidió que no era mi día”. ¡Qué mierda bro!?​
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4. CORTES EN MUÑECAS Y CARÓTIDAS

Ah, los cortes en muñecas y carótidas lo hermoso <3. La vieja confiable del drama existencial. Eso sí, antes de empezar, asegúrate de que tienes determinación, porque este método no es para los mariquitas de voluntad ni para quienes se asustan con un poquito de sangre. Vamos por algo estas viendo gore ¿no?

Primero, las muñecas. Parece tan sencillo, ¿verdad? Una cuchillada rápida, un poco de sangre y listo. Pues no, vv. La realidad es que las venas no están ahí esperando ser cortadas como si fueran espaguetis al dente. Para que sea letal, necesitas llegar a la arteria. Y déjame decirte, eso es un desafío. Hay tendones, músculos y hasta tu sentido común intentando detenerte. Si solo cortas la vena, lo único que consigues es un gran meh: 200 a 300 ml de sangre, una cita en urgencias y cicatrices que te harán explicar tu “momento emo” el resto de tu vida.

¿Quieres aumentar tus probabilidades? Aquí va un hack: toma un baño caliente o un poco de alcohol antes. Eso hace que la sangre fluya más rápido, como un río salvaje. ¿Y por qué? Porque la coagulación es una traicionera y te dejará viv@ con más problemas que antes. Pero, sinceramente, aunque hagas todo esto, las probabilidades de éxito son apenas del 5%. Sí, 5%. Y a cambio, tienes cicatrices dignas de una mala película de acción y un viaje seguro al quirófano para cirugía reconstructiva.

Ahora, la carótida. Suena más épico, ¿no? Tipo, “me fui a lo grande”. Aquí sí hablamos de sangre de verdad, estilo película gore. Si logras cortarla bien, estarás inconsciente en unos 5 a 12 segundos. Pero claro, el “bien” es la parte clave. Los músculos que protegen la carótida son gruesos, como el plástico de esos envases que nunca puedes abrir sin tijeras. Así que, si no perforas con precisión, el resultado será más frustración que liberación.

¿Y sabes qué? Hay referencias culturales para esto. Kokichi Tsuburaya, el corredor de maratón, se cortó la carótida y su acto quedó como una especie de performance simbólico. Pero no nos engañemos, esto no es para cualquiera. Necesitas fuerza física y mental para no quedarte a medio camino y terminar en el hospital explicando por qué tienes un tajo cerca de la oreja.

Así que ahí lo tienes. Dos métodos, mucha sangre, y más probabilidades de hacer un espectáculo que de lograr tu cometido. Pero oye, si decides intentarlo, al menos hazlo con convicción y con una buena playlist de fondo. Porque si vas a dejar cicatrices (o peor, terminar viv@), mínimo que sea memorable.

CARÓTIDA:
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CORTE:
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5. SALTAR A LAS VIAS DEL TREN

Ah, saltar a las vías del tren. El método favorito de los amantes del caos y los fans de los finales dramáticos. Pero, ojo, no es tan sencillo como parece. No es cuestión de plantarte en cualquier estación y decir “bueno, aquí me voy”. No, chiki, esto requiere estrategia, porque si algo sale mal, podrías terminar como un rompecabezas humano esperando que alguien te arme de nuevo. Y créeme, nadie quiere ser ese alguien.

Primero, el tren tiene que ir rápido, porque si es de los que frenan cada dos cuadras, lo único que lograrás es convertirte en un desastre ambulante. Además, si vas a hacerlo, al menos hazlo en una estación de tren expreso. Nada grita “me tomé esto en serio” como un tren que no puede detenerse a tiempo para evitarte. Eso sí, hazlo de noche, no porque sea más poético, sino porque el conductor probablemente no te vea hasta que sea demasiado tarde. Y, honestamente, ¿por qué arruinarle el día más de lo necesario?

El momento del salto es clave. No lo hagas demasiado fuerte, no queremos que termines volando al otro lado de las vías como si estuvieras en una competencia de salto largo. Pero tampoco te quedes cort@, porque si el tren no te golpea de lleno, podrías acabar sobreviviendo con suficientes fracturas como para convertirte en un proyecto de reconstrucción quirúrgica. ¡Qué lindo regalo para el sistema de salud!

Ahora, hablemos de los resultados. Si tienes suerte (¿o mala suerte?), el tren hace su trabajo en segundos y bye. Pero si fallas, podrías acabar como esa mujer que perdió los pies, una mano y luego decidió casarse con un pastor para predicar sobre las maravillas de la vida. Porque claro, nada más irónico que acabar sobreviviendo y luego tener que explicar por qué intentaste esto en primer lugar.

Y por último, lo que nadie te cuenta: los costos. Sí, saltar a las vías no solo traumatiza al pobre conductor y a los pasajeros jajaja, sino que además podría dejarle a tu familia una deuda enorme por el frenado de emergencia y la limpieza. Porque sí, en países como Japón, eso no es gratis. Así que además de dejar un vacío emocional, también podrías dejar una factura. Qué responsable de tu parte.

Así que, ahí lo tienes. Un método rápido, lleno de drama, pero con un alto margen de error. Si decides hacerlo, al menos que sea con estilo. Aunque, con mi suerte, seguro que yo acabaría sobreviviendo y con un brazo menos, o talvez como el chico de... ¿Oe mano estas bien?​

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6. INTOXICACIÓN POR GAS

Ah, intoxicación por gas, el método que dice: "Me voy, pero no sin causar un poco de caos". ¿Qué tan simple puede ser? Solo tienes que cerrar todo, abrir el gas y esperar a que la ciencia haga lo suyo... o al menos eso crees. Pero, como en todo, hay detalles que pueden convertir tu pendejada plan en un desastre digno de una comedia negra.

Primero, olvida la idea romántica de morir pacíficamente en tu sofá mientras escuchas tu playlist deprimentes. Hoy en día, el gas natural ya no es tan letal como lo era antes. Gracias a las empresas, que hicieron su magia para que no contenga monóxido de carbono, ahora lo único que logras es intoxicación leve y una factura elevada de gas. Qué decepción moderna. Incluso si usas propano, prepárate para mucho dolor antes de que algo realmente suceda.

¿Y qué hay de las explosiones? Porque claro, el gas es inflamable. A alguien se le ocurrió intentar fumar mientras esperaba los efectos del gas y, sorpresa, todo explotó. Resultado: más de 28 casas dañadas, vecinos heridos y una hospitalización de un mes. Nada dice "fallé" como ser demandado por fuga de gas y acabar en prisión por intentar irte de forma dramática.

Ah, pero el drama no termina ahí. Imagínate que intentas este método y resulta que no eres tú quien muere, sino tu vecina del piso de arriba porque el monóxido de carbono subió. Ahora no solo fallaste, sino que tienes una demanda de millones de yenes en Japón. Felicitaciones, dejaste una herencia que nadie quería.

Y si llegas a morir, asegúrate de ir al baño antes. Porque si creías que la muerte es digna, déjame decirte que tu cuerpo puede decidir que es buen momento para una última evacuación. Una escena no tan bonita que puede incluir heces en lugares que nunca imaginaste.

En resumen, intoxicarte con gas es tan impredecible como jugar a la ruleta rusa, pero con más demandas legales y menos romanticismo. Si de todos modos decides intentarlo, al menos no fumes. Ya sabes, por aquello de no salir con un k-boom.​

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7. ELECTROCUCIÓN

Ah, electrocutarse, el método que combina tecnología, drama y un poquito de ciencia. ¿Qué podría salir mal? Bueno, mucho, pero hablemos de los detalles para que esto no termine siendo otro intento fallido digno de un pendejo.

Primero, necesitas algo de preparación. Aquí no basta con meter los dedos en un enchufe, eso solo garantiza un mal día y un susto eléctrico. Si vas a hacerlo, hay que exponerse de verdad: pela los cables, conecta un extremo a la corriente y el otro a puntos estratégicos de tu cuerpo como el pecho o la espalda. ¿Demasiado trabajo? Lo sé, ni siquiera para esto nos dejan hacerlo fácil.

Si quieres un toque de sofisticación, puedes usar un temporizador para que todo ocurra mientras duermes. Suena relajante, ¿no? Pero cuidado, porque si los cables no están bien sujetos, podrías despertar simplemente con marcas de quemaduras y un cable suelto a tu lado. Y lo mejor: todo tu plan arruinado. ¡Qué forma tan elegante de empezar un lunes!.

Ahora, el voltaje. Esto es importante. Con solo 100 voltios, técnicamente puedes lograrlo, pero es más probable que termines teniendo calambres musculares tan intensos que parecerás bailando un robot descoordinado. Un médico diría que la muerte podría llegar tras tres minutos de fibrilación ventricular si tienes suerte, pero si fallas, podrías acabar explicándole a los paramédicos cómo terminaste pegado a un enchufe.

¿Y qué hay de las quemaduras? Bueno, la ventaja es que el cadáver queda bastante intacto, dicen que es uno de los métodos que dejan una apariencia "tranquila". Pero claro, no contemos con eso, porque si el voltaje es bajo o algo sale mal, lo único que logras es un show de luces en miniatura y un posible viaje al hospital.

Para los más atrevidos, existe la idea de usar agua. Lanzar un electrodoméstico en la bañera mientras estás dentro suena teatral, pero la confiabilidad es terrible. Si lo intentas, añade sal al agua para mejorar la conductividad. ¿Ves? Hasta para esto necesitas un poco de química básica.

En resumen, electrocutarse es una mezcla de precisión, drama y un toque de desesperación. Si vas a intentarlo, al menos asegúrate de que nadie termine gritándote “¡quédate lejos de los enchufes!” mientras sacuden un extintor frente a ti. Porque, en serio, ¿qué tan humillante sería eso?​

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8. AHOGAMIENTO

Ahogarse, ese gran clásico del drama humano. Parece fácil, ¿verdad? Te lanzas al agua, dejas que la física haga lo suyo y listo: fin del espectáculo. Pero no, resulta que ahogarse es más complicado que un triatlón, solo que sin la parte de la bicicleta. Primero, tragas agua, porque tu cuerpo, tan eficiente como siempre, decide que es una buena idea respirar mientras estás bajo el agua. Spoiler: no lo es. Ahí empiezan los espasmos, las convulsiones y ese maravilloso momento en el que te das cuenta de que tus pulmones no son tan fanáticos del H2O como pensabas.

¿Sabes nadar? Pues qué maravilla, pero eso no importa. Puedes nadar mar adentro como si fueras un personaje en busca de inspiración artística, pero el cansancio y las olas tienen otros planes. Si no sabes nadar, mejor aún, porque vas directo al fondo sin tanto preámbulo. Eso sí, para los más meticulosos, puedes añadir el toque chic de atarte una roca o encadenarte manos y pies. Nada dice "estilo" como hundirte con elegancia.

Luego está ese bonus llamado hipotermia, cortesía de los mares fríos. Porque claro, morir ahogado no es suficiente; mejor agrégale ese extra de entumecimiento helado. El agua fría hace que tu cuerpo se apague más rápido que un celular con batería al 1%. Es como un paquete todo incluido: asfixia, espasmos y congelación. Un verdadero lujo.

Y, por supuesto, está el problema de arruinarle el día a otras personas. Si decides ahogarte en un lugar público, alguien tiene que encontrarte. Piensa en los rescatistas, que tendrán que arrastrar tu cuerpo mojado mientras se quejan de las estadísticas arruinadas del verano. Sin mencionar a los turistas que, en vez de fotos del atardecer, se llevarán el trauma de verte flotando como un mal decorado de Halloween.

En fin, ahogarse puede sonar poético en los libros, pero en la práctica es un desastre lleno de pánico, agua salada y pésimas decisiones. Pero oye, al menos ahora sabes a qué te enfrentas. Porque si algo sobra en la vida, son formas irónicamente complicadas de terminarla.

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9. AUTOINMOLACIÓN

Ah, la autoinmolación, esa obra de arte del sufrimiento humano, perfecta si estás buscando hacer una declaración que nadie olvide jamás, incluyendo tus vecinos y posiblemente los bomberos. Porque sí, prenderte fuego es tan dramático como suena, pero también es una logística infernal.

Primero, necesitas al menos cinco litros de gasolina o queroseno. No, no puedes escatimar aquí; esto no es un asado, es todo tu cuerpo en llamas. Y asegúrate de aplicarlo bien, de pies a cabeza, como si te estuvieras bañando en un perfume de la peor pesadilla.

El momento de encender el fuego es clave. Puedes usar un fósforo, un encendedor o incluso una chispa espontánea si tienes mucha suerte. Pero no pienses que esto será un instante de paz; no, te envolverán las llamas, sentirás un ardor insoportable, y si te queda energía, puede que incluso ruedes por el suelo intentando apagarlo. Spoiler: no funcionará.

Ah, y el olor. No olvidemos el inconfundible aroma a carne quemada que dejarás como legado. Y si alguien intenta apagar el fuego, puedes gritar algo heroico, como "¡No vengan!", porque, claro, quieres asegurarte de que la tragedia sea solo tuya. Si sobrevives, felicidades, ahora eres un candidato para pasar años en el hospital con quemaduras graves y posiblemente lleno de tumores cicatriciales. Glamour puro, ¿verdad?.

¿Crees que el impacto social lo vale? Bueno, algunos lo han usado como protesta, desde monjes vietnamitas hasta estudiantes coreanos. Pero ten en cuenta que esas historias terminan con aplausos póstumos y horribles descripciones de cuerpos carbonizados. Porque sí, una vez que tu piel se quema, los músculos debajo son difíciles de destruir gracias a la maravilla de la biología humana.

¿El resumen? La autoinmolación es básicamente un grito final al mundo, pero viene con una etiqueta de precio altísima: dolor extremo, riesgo de sobrevivir (porque el universo es cruel así), y un legado que olerá a queroseno para siempre. Pero hey, cada quien con sus decisiones.

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10. CONGELACIÓN

Congelarse hasta morir, ¡qué delicia tan gélida y mórbidamente poética! Si estás buscando la forma más lenta y "artísticamente trágica" de irte, esto puede ser para ti. La congelación no es solo para los exploradores que se pierden en las montañas; puedes lograrlo en tu propia casa con un poco de creatividad y muchas ganas de complicarte la vida.

El método clásico, claro, es ir a las montañas nevadas. Elige un lugar tan remoto que ni los zorros quieran pasar por ahí. Lleva tranquilizantes y analgésicos para facilitar el proceso y, por qué no, un poco de alcohol para ese toque cálido (y letal). Ah, y asegúrate de quitarte la ropa, porque el frío solo funciona si te entregas por completo a él. Eso sí, procura que nadie te encuentre a medio camino, porque si sobrevives, podrían tener que amputarte las extremidades congeladas. ¡Qué excitante!.

Si prefieres un enfoque más doméstico, puedes hacerlo en la comodidad de tu habitación. Abre ventanas, usa ventiladores y báñate en agua fría. Incluso puedes añadir ayuno y falta de sueño para asegurarte de que tu cuerpo esté completamente derrotado antes de enfrentar al frío. Y no olvides ese toque final de alcohol, que acelera la hipotermia y te envuelve en un trance dulcemente mortal. ¿Romántico, verdad?.

Ahora, el proceso: al principio, tu cuerpo temblará como un teléfono en vibración. Luego llega el letargo, como cuando te quedas dormid@ después de ver una película aburrida. Y finalmente, un "dulce trance" te lleva lentamente a la muerte, acompañado de alucinaciones que algunos describen como luces brillantes y música celestial. Por supuesto, es solo hasta que te congelas por completo y pierdes el conocimiento.

¿La parte estética? Si lo haces en nieve fresca, tu cuerpo puede parecer un adorno congelado, casi intacto, con piel pálida y translúcida. Pero cuidado con la primavera: cuando la nieve se derrite, el espectáculo cambia a putrefacción y, en algunos casos, tus restos pueden ser el festín de zorros hambrientos. Una obra de arte efímera, por así decirlo.

En resumen, congelarte es todo un espectáculo gélido lleno de detalles grotescamente fascinantes. Ideal para quienes buscan combinar lo dramático con lo innecesariamente complicado. Porque, seamos sinceros, si algo hemos aprendido, es que hasta morir puede tener un toque de sarcasmo y estilo.

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10. CASOS ESPECIALES

Morir de hambre, la solución perfecta para quienes prefieren un drama lento, trágico y completamente innecesario. Este método no es para los débiles de voluntad; se necesita un nivel de compromiso digno de un maratón, pero sin la diversión de correr ni la meta gloriosa al final. Aquí vamos con los detalles.

Primero, el cronómetro: puedes sobrevivir entre 30 y 40 días solo con agua. Pero si decides ser aún más extremo y renuncias a cualquier líquido, felicidades, has reducido tu tiempo de sufrimiento a unas acogedoras 1 o 2 semanas. Eso sí, si tienes algo de "almacenamiento extra" (sí, hablo de grasa), tu cuerpo hará todo lo posible para aferrarse a la vida un poco más. Así que sí, ser delgado tiene sus ventajas aquí.

El proceso es tan divertido como suena: tu cuerpo empieza a devorar todo lo que tiene dentro para mantenerse en marcha. Primero van las reservas de glucosa, luego la grasa, y cuando ya no queda nada, empieza a descomponer tus propios músculos. Es como un banquete interno en el que tú eres el menú completo. Y mientras todo esto pasa, te vuelves más débil, tus órganos empiezan a fallar, y tus pensamientos se nublan como un día lluvioso.

Y no creas que es todo poesía y sufrimiento silencioso. No, tu cuerpo empieza a emitir un olor muy particular debido a la acumulación de toxinas. Básicamente, te conviertes en tu propio repelente humano. ¡Todo un espectáculo! Por si fuera poco, si alguien llega a encontrarte antes de que termines el "proceso", el rescate puede ser tan traumático como la experiencia misma.

Así que morir de hambre, aunque suene poético en teoría, es realmente una forma de prolongar el sufrimiento, dejando a tu cuerpo luchando hasta el último segundo. Pero oye, si la idea es hacer una declaración existencial, esta definitivamente asegura que nadie te olvide... al menos hasta que el olor desaparezca.



Las armas de fuego, el cliché hollywoodense que promete un final rápido, directo y, aparentemente, "sin dolor". Pero, claro, la realidad es un poco más complicada y mucho menos glamorosa que en las películas. Vamos al detalle.

Primero, está el tema de conseguir el arma. ¿Creías que solo ibas a entrar a una tienda y pedir una con un guiño? No, mi ciele, en la mayoría de los lugares esto es más complicado que pedir un café con veinte especificaciones en Starbucks. Pero supongamos que logras conseguir una. Ahora viene la parte técnica: disparar.

La mayoría de la gente piensa que solo necesitas apuntar a la sien o debajo de la mandíbula y apretar el gatillo. ¡Sorpresa! Si no haces bien los cálculos, puedes terminar con el cráneo fracturado, una mandíbula destrozada y, lo peor de todo, vivo. Eso sí, posiblemente sin la capacidad de hablar o de moverte. Sería un intento fallido de manual, pero con un giro trágico.

El truco, según este macabro manual, está en perforar el bulbo raquídeo. Pero, ¿quién tiene tiempo para clases de anatomía avanzada cuando estás en un momento así? Apuntar mal puede ser tan común como un lunes gris. Y, por supuesto, los resultados son igual de devastadores.

En resumen, si creías que el arma de fuego era la solución rápida y sin fallos, más vale que seas un experto en balística o estés dispuesto a jugártela con un margen de error que te podría costar más de lo planeado. Y no olvides el desorden: sangre, fragmentos, y un espectáculo que haría llorar a cualquier equipo de limpieza. Porque sí, hasta para esto hay que tener algo de precisión y estilo.

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Bueno chikis, después de leer este manual, puedo decirte que la muerte es como... un montaje que siempre quisiste hacer pero que resulta ser un desastre complicadísimo. Este libro te da "instrucciones detalladas" y muy detallas, pero en realidad parece una mezcla entre un manual de pasos a realizar y una receta de cocina infernal. Todo está lleno de pasos específicos, ingredientes raros y advertencias del tipo: "Cuidado, podría no funcionar, y entonces la pasarás peor que antes y quedaras como un pendejo".

Cada método tiene su encanto macabro, pero lo que realmente queda claro es que incluso morir requiere más esfuerzo y planificación que hacer tu declaración de impuestos. ¿Ahogarte? Caótico. ¿Congelarte? Lento como una pelicula coreana. ¿Armas de fuego? Una ruleta rusa con probabilidades aún más crueles. ¿Morir de hambre? Un reality show de resistencia extrema, pero sin el premio. En serio, hasta el suicidio tiene sus desafíos logísticos.

Pero el verdadero mensaje aquí, aunque el libro no lo diga en voz alta, es que la vida es un chiste cruel pero lleno de ironía. Pasamos toda nuestra existencia tratando de evitar el dolor, solo para encontrar que incluso la salida final viene con su propia dosis de sufrimiento. Y lo más gracioso, si puedes llamarlo así, es que este libro, en su intento de ser útil, te muestra que morir puede ser aún más complicado que vivir. ¿Conclusión? Mejor invierte ese esfuerzo en algo más divertido, como sobrevivir a la vida misma. ¡Total, ya estamos aquí! y algún día moriremos, y como dije... "Al final, tú eliges cuál es la mejor opción."



El Mejor GORE con Melany

Casi siempre odio las biblias pero te ganas mis respetos por escribir esto
 
Esto es una obra hermosa, y más si se lee como espectador y no como un pendejo que se quiere matar
 
Me gusta que hagas estas cosas para el foro, suerte en tu siguiente post
 



Antes que nada: Este post está aquí para ayudarte... a tomar una mejor decisión.
Puede que sientas que todo está oscuro, pero nunca estás completamente sol@. Siempre hay alguien, aunque no lo veas, que te quiere con vida, ya sea para bien o para mal.

Al final... tu decides. Pero piensa en esto:​

"a veces, lo más aterrador no es seguir adelante, sino darse cuenta de todo lo que podrías perder si te rindes."

Siempre hay una ayuda... y esta disponible.
  • Argentina: (+54) 11-5275-1135
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Toda la información de este post esta inspirado en el libro: "El completo manual del suicidio".

Hecho por Melany FT​



Para mí, el suicidio no es algo trágico o misterioso, como muchos lo ven. Es más una decisión personal, algo que puedo planear y ejecutar si lo creo necesario. No se trata de que odie mi vida o esté buscando respuestas a preguntas como "¿Por qué vivir?" o "¿Por qué morir?". Más bien, siento que el suicidio es una opción, un acto de control sobre mi propia existencia cuando todo lo demás parece escaparse de mis manos.

Sé que para muchos esto puede sonar frío o extraño, pero pienso que no siempre necesitamos razones profundas o grandes tragedias para considerar esta posibilidad. A veces, simplemente la vida pierde sentido o se vuelve un ciclo repetitivo que no quiero seguir.

En algún momento, incluso puede sentirse como un alivio el saber que existe una salida. No digo que sea fácil, pero si decido tomar ese camino, prefiero hacerlo con claridad y control, sin depender de los demás.

Al final tu decides... :)



1. TOMAR MEDICAMENTOS

Ah, tomar medicamentos, el clásico "me quedo dormid@ y me voy para siempre", ¿no? Suena perfecto en teoría, como esas películas donde la chica triste toma un puñado de pastillas y se despide con una nota poética o patética. Pero déjame decirte, la realidad es un poquito menos glamorosa, como asi decirlo.

Primero, necesitas preparación. No puedes simplemente tragarte lo primero que encuentres en el botiquín. Tienes que planearlo, como si estuvieras organizando una fiesta... solo que esta vez, para uno, total ni amigos tienes. Tu estómago tiene que estar vacío porque, adivina qué, si comes de más, tu cuerpo dice: "Esto no me gusta", y vomitas todo como si estuvieras en la peor resaca de tu vida. Ah, y no olvides triturar las pastillas y mezclarlas con yogur o miel. Porque, claro, ¿qué mejor manera de irte que con un postre raro? ¿no?

El alcohol es el mejor amigo de las pastillas, según dicen. Se supone que acelera todo el proceso y multiplica los efectos. Pero tienes que tener cuidado de elegir un lugar donde nadie te interrumpa por al menos ocho horas. ¿Te imaginas que alguien te encuentre antes? uyy... fallido. Luego terminas en el hospital con un enema y sermones sobre "lo valiosa que es la vida". Qué mierda. Ni para matarse sirves.

Ahora, hablemos de los medicamentos en sí. No todos son tan efectivos como parecen. Por ejemplo, las pastillas para dormir como Lithrone S o Ataraxone son un clásico, pero necesitas tragarte tantas que parece un reto de TikTok, ug. ¿Codeína? Buena opción, pero más difícil de conseguir que un novio fiel. ¿Acetaminofén? Podrías lograrlo, pero prepárate para días de insuficiencia hepática y una muerte nada rápida.

Lo que más me encanta de esta opción es la incertidumbre. Puedes calcular mal la dosis, y en lugar de "adiós mundo cruel", terminas con vómitos, alucinaciones o, peor aún, rescatada. ¡Qué vergüenza! Ahí estás, escuchando a los médicos otra vez decir cosas como: "Tu hígado está arruinado, pero sobrevivirás".

Así que, si estás pensando en medicamentos, te lo resumo: prepara todo como si fuera tu último proyecto escolar, pero no esperes que sea tan fácil como en los libros o las películas. Porque la vida, incluso cuando quieres terminarla, sigue siendo un fastidio lleno de trámites y complicaciones.​

Lo mas cercano que te veras luego de esta decisión, vamos, no se ve tan mal. Talvez sobrevivas :(

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2. AHORCAMIENTO
Aww, el ahorcamiento, el "rey de los métodos de suicidio", dicen. Claro, suena elegante en teoría, pero déjame contarte una cosita: no es tan exquisito como podrías imaginar. Primero, no necesitas ser un experto en nudos marineros ni buscar la rama perfecta de un árbol centenario ok. Con una cuerda, un cinturón o incluso una cinta de embalaje, puedes improvisar, se creativo, incluso lo puedes transmitir en vivo. ¿El punto de suspensión? No necesitas el techo de una catedral, aunque seria bello; una puerta, una estantería o incluso la cama pueden servir. Sí, hasta suicidarte puedes ser económico, vamos ni que fueras tan pobre.

El truco está en asegurarte de que el peso haga su trabajo. Porque, si no lo haces bien, podrías terminar vivo, sí vivo, con daño cerebral, y luego tendrás que soportar la vergüenza de que todos te miren raro. ¡Qué inútil "¿Así que querías matarte y fallaste?" Definitivamente, no es la conversación que quieres tener en la cena familiar.

Fisiológicamente, el ahorcamiento no es solo "te cuelgas y ya". No, chiki, esto tiene ciencia. Si lo haces bien, en unos minutos la sangre deja de llegar al cerebro, pierdes la conciencia, y adiós. Pero claro, antes de eso vienen los efectos especiales: mareos, flashes de luz y, si tienes suerte, unos espasmos que podrían hacer que alguien diga que pareces bailando breakdance antes de quedarte ties@.

Ahora, si te preocupan los detalles estéticos, como quedar con los ojos saltones y la lengua afuera como mongol, no te estreses tanto. No pasa siempre. Aunque, eso sí, puede que te orines o, si eres hombre, tengas un momento de "eyaculación póstuma". Bonito recuerdo para quien te encuentre, ¿no? ggg

Pero ojo, porque este método también tiene sus "fails". Hay casos de gente que lo intentó y terminó sobreviviendo con daños cerebrales graves, básicamente en modo vegetal. No sé tú, pero eso suena mucho peor que seguir viv@ con tus dramas cotidianos.

En resumen, el ahorcamiento tiene su reputación por ser efectivo, pero como todo, depende de la ejecución. Si vas a hacerlo, al menos no dejes una escena tan ridícula como para aparecer en estos sitios de internet.

Una hermosa Recopilación de gente que lo hizo... vaya viéndote.​

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3. SALTAR DE UN EDIFICIO

Ah, saltar de un edificio, el clásico de los clásicos para los dramas modernos. Si vas a hacerlo, mínimo hazlo con estilo, ¿no? Porque si algo aprendí leyendo sobre este método es que hasta para esto hay que tener logística. No es tan fácil como parece, créanme.

Primero, necesitas una altura decente. Nada de lanzarte del segundo piso como si fueras un acrobático profesional. Si no quieres acabar con las dos piernas rotas y el orgullo destrozado, mínimo apunta a 20 metros de altura. Eso son como 7-8 pisos. Desde el cuarto piso, pues… digamos que el 50% de probabilidades de morir no suena tan emocionante como parece. Y no me hagas hablar de los arbustos o toldos de las ventanas que podrían "suavizar" la caída. Más que morir, acabarías como un mal origami humano.

Ahora, el terreno. Mi recomendación: busca concreto. Nada de pastito o techos de autos que amortigüen la caída. Imagina caer en un arbusto y que te encuentren ahí, enredad@ como decoración navideña. Qué palta. Eso sí, trata de no caer encima de nadie, porque imagínate la demanda. “pendej@ destruye a peatón mientras intenta destruirse a sí misma.” ¡no mames!

Lo que nadie te dice es que la sensación en la caída puede ser, en realidad, bastante interesante. Algunos sobrevivientes cuentan que todo es sorprendentemente… tranquilo. Como ese momento de zen que sientes al saber que no pagaste tu tarjeta de crédito a tiempo. Eso sí, el impacto, dependiendo de cómo caigas (cabeza, pies, o cadera), puede ser un final épico o una tragedia ambulante. Todo depende de tu nivel de precisión. ¡Qué presión!

Y por supuesto, no podemos ignorar los grandes referentes. Está Yukiko Okada, la idol japonesa que prácticamente puso este método de moda entre los fans de las alturas. Literalmente convirtió su caída en un manifiesto cultural. Entre eso y la urbanización, los rascacielos se han convertido en los favoritos para esta obra maestra.

Eso sí, si ya estás pensando en esto, al menos ten la decencia de planearlo bien. Nada de arruinarle el día a la señora que pasea a su perro. Piensa en un lugar tranquilo, donde no te molesten y, por amor al espectáculo y a las cámaras, que no haya obstáculos en el camino. No queremos que te rescaten con frases del tipo: “Intenté lanzarme, pero unos cables de poste de luz decidió que no era mi día”. ¡Qué mierda bro!?​
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4. CORTES EN MUÑECAS Y CARÓTIDAS

Ah, los cortes en muñecas y carótidas lo hermoso <3. La vieja confiable del drama existencial. Eso sí, antes de empezar, asegúrate de que tienes determinación, porque este método no es para los mariquitas de voluntad ni para quienes se asustan con un poquito de sangre. Vamos por algo estas viendo gore ¿no?

Primero, las muñecas. Parece tan sencillo, ¿verdad? Una cuchillada rápida, un poco de sangre y listo. Pues no, vv. La realidad es que las venas no están ahí esperando ser cortadas como si fueran espaguetis al dente. Para que sea letal, necesitas llegar a la arteria. Y déjame decirte, eso es un desafío. Hay tendones, músculos y hasta tu sentido común intentando detenerte. Si solo cortas la vena, lo único que consigues es un gran meh: 200 a 300 ml de sangre, una cita en urgencias y cicatrices que te harán explicar tu “momento emo” el resto de tu vida.

¿Quieres aumentar tus probabilidades? Aquí va un hack: toma un baño caliente o un poco de alcohol antes. Eso hace que la sangre fluya más rápido, como un río salvaje. ¿Y por qué? Porque la coagulación es una traicionera y te dejará viv@ con más problemas que antes. Pero, sinceramente, aunque hagas todo esto, las probabilidades de éxito son apenas del 5%. Sí, 5%. Y a cambio, tienes cicatrices dignas de una mala película de acción y un viaje seguro al quirófano para cirugía reconstructiva.

Ahora, la carótida. Suena más épico, ¿no? Tipo, “me fui a lo grande”. Aquí sí hablamos de sangre de verdad, estilo película gore. Si logras cortarla bien, estarás inconsciente en unos 5 a 12 segundos. Pero claro, el “bien” es la parte clave. Los músculos que protegen la carótida son gruesos, como el plástico de esos envases que nunca puedes abrir sin tijeras. Así que, si no perforas con precisión, el resultado será más frustración que liberación.

¿Y sabes qué? Hay referencias culturales para esto. Kokichi Tsuburaya, el corredor de maratón, se cortó la carótida y su acto quedó como una especie de performance simbólico. Pero no nos engañemos, esto no es para cualquiera. Necesitas fuerza física y mental para no quedarte a medio camino y terminar en el hospital explicando por qué tienes un tajo cerca de la oreja.

Así que ahí lo tienes. Dos métodos, mucha sangre, y más probabilidades de hacer un espectáculo que de lograr tu cometido. Pero oye, si decides intentarlo, al menos hazlo con convicción y con una buena playlist de fondo. Porque si vas a dejar cicatrices (o peor, terminar viv@), mínimo que sea memorable.

CARÓTIDA:
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CORTE:
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5. SALTAR A LAS VIAS DEL TREN

Ah, saltar a las vías del tren. El método favorito de los amantes del caos y los fans de los finales dramáticos. Pero, ojo, no es tan sencillo como parece. No es cuestión de plantarte en cualquier estación y decir “bueno, aquí me voy”. No, chiki, esto requiere estrategia, porque si algo sale mal, podrías terminar como un rompecabezas humano esperando que alguien te arme de nuevo. Y créeme, nadie quiere ser ese alguien.

Primero, el tren tiene que ir rápido, porque si es de los que frenan cada dos cuadras, lo único que lograrás es convertirte en un desastre ambulante. Además, si vas a hacerlo, al menos hazlo en una estación de tren expreso. Nada grita “me tomé esto en serio” como un tren que no puede detenerse a tiempo para evitarte. Eso sí, hazlo de noche, no porque sea más poético, sino porque el conductor probablemente no te vea hasta que sea demasiado tarde. Y, honestamente, ¿por qué arruinarle el día más de lo necesario?

El momento del salto es clave. No lo hagas demasiado fuerte, no queremos que termines volando al otro lado de las vías como si estuvieras en una competencia de salto largo. Pero tampoco te quedes cort@, porque si el tren no te golpea de lleno, podrías acabar sobreviviendo con suficientes fracturas como para convertirte en un proyecto de reconstrucción quirúrgica. ¡Qué lindo regalo para el sistema de salud!

Ahora, hablemos de los resultados. Si tienes suerte (¿o mala suerte?), el tren hace su trabajo en segundos y bye. Pero si fallas, podrías acabar como esa mujer que perdió los pies, una mano y luego decidió casarse con un pastor para predicar sobre las maravillas de la vida. Porque claro, nada más irónico que acabar sobreviviendo y luego tener que explicar por qué intentaste esto en primer lugar.

Y por último, lo que nadie te cuenta: los costos. Sí, saltar a las vías no solo traumatiza al pobre conductor y a los pasajeros jajaja, sino que además podría dejarle a tu familia una deuda enorme por el frenado de emergencia y la limpieza. Porque sí, en países como Japón, eso no es gratis. Así que además de dejar un vacío emocional, también podrías dejar una factura. Qué responsable de tu parte.

Así que, ahí lo tienes. Un método rápido, lleno de drama, pero con un alto margen de error. Si decides hacerlo, al menos que sea con estilo. Aunque, con mi suerte, seguro que yo acabaría sobreviviendo y con un brazo menos, o talvez como el chico de... ¿Oe mano estas bien?​

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6. INTOXICACIÓN POR GAS

Ah, intoxicación por gas, el método que dice: "Me voy, pero no sin causar un poco de caos". ¿Qué tan simple puede ser? Solo tienes que cerrar todo, abrir el gas y esperar a que la ciencia haga lo suyo... o al menos eso crees. Pero, como en todo, hay detalles que pueden convertir tu pendejada plan en un desastre digno de una comedia negra.

Primero, olvida la idea romántica de morir pacíficamente en tu sofá mientras escuchas tu playlist deprimentes. Hoy en día, el gas natural ya no es tan letal como lo era antes. Gracias a las empresas, que hicieron su magia para que no contenga monóxido de carbono, ahora lo único que logras es intoxicación leve y una factura elevada de gas. Qué decepción moderna. Incluso si usas propano, prepárate para mucho dolor antes de que algo realmente suceda.

¿Y qué hay de las explosiones? Porque claro, el gas es inflamable. A alguien se le ocurrió intentar fumar mientras esperaba los efectos del gas y, sorpresa, todo explotó. Resultado: más de 28 casas dañadas, vecinos heridos y una hospitalización de un mes. Nada dice "fallé" como ser demandado por fuga de gas y acabar en prisión por intentar irte de forma dramática.

Ah, pero el drama no termina ahí. Imagínate que intentas este método y resulta que no eres tú quien muere, sino tu vecina del piso de arriba porque el monóxido de carbono subió. Ahora no solo fallaste, sino que tienes una demanda de millones de yenes en Japón. Felicitaciones, dejaste una herencia que nadie quería.

Y si llegas a morir, asegúrate de ir al baño antes. Porque si creías que la muerte es digna, déjame decirte que tu cuerpo puede decidir que es buen momento para una última evacuación. Una escena no tan bonita que puede incluir heces en lugares que nunca imaginaste.

En resumen, intoxicarte con gas es tan impredecible como jugar a la ruleta rusa, pero con más demandas legales y menos romanticismo. Si de todos modos decides intentarlo, al menos no fumes. Ya sabes, por aquello de no salir con un k-boom.​

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7. ELECTROCUCIÓN

Ah, electrocutarse, el método que combina tecnología, drama y un poquito de ciencia. ¿Qué podría salir mal? Bueno, mucho, pero hablemos de los detalles para que esto no termine siendo otro intento fallido digno de un pendejo.

Primero, necesitas algo de preparación. Aquí no basta con meter los dedos en un enchufe, eso solo garantiza un mal día y un susto eléctrico. Si vas a hacerlo, hay que exponerse de verdad: pela los cables, conecta un extremo a la corriente y el otro a puntos estratégicos de tu cuerpo como el pecho o la espalda. ¿Demasiado trabajo? Lo sé, ni siquiera para esto nos dejan hacerlo fácil.

Si quieres un toque de sofisticación, puedes usar un temporizador para que todo ocurra mientras duermes. Suena relajante, ¿no? Pero cuidado, porque si los cables no están bien sujetos, podrías despertar simplemente con marcas de quemaduras y un cable suelto a tu lado. Y lo mejor: todo tu plan arruinado. ¡Qué forma tan elegante de empezar un lunes!.

Ahora, el voltaje. Esto es importante. Con solo 100 voltios, técnicamente puedes lograrlo, pero es más probable que termines teniendo calambres musculares tan intensos que parecerás bailando un robot descoordinado. Un médico diría que la muerte podría llegar tras tres minutos de fibrilación ventricular si tienes suerte, pero si fallas, podrías acabar explicándole a los paramédicos cómo terminaste pegado a un enchufe.

¿Y qué hay de las quemaduras? Bueno, la ventaja es que el cadáver queda bastante intacto, dicen que es uno de los métodos que dejan una apariencia "tranquila". Pero claro, no contemos con eso, porque si el voltaje es bajo o algo sale mal, lo único que logras es un show de luces en miniatura y un posible viaje al hospital.

Para los más atrevidos, existe la idea de usar agua. Lanzar un electrodoméstico en la bañera mientras estás dentro suena teatral, pero la confiabilidad es terrible. Si lo intentas, añade sal al agua para mejorar la conductividad. ¿Ves? Hasta para esto necesitas un poco de química básica.

En resumen, electrocutarse es una mezcla de precisión, drama y un toque de desesperación. Si vas a intentarlo, al menos asegúrate de que nadie termine gritándote “¡quédate lejos de los enchufes!” mientras sacuden un extintor frente a ti. Porque, en serio, ¿qué tan humillante sería eso?​

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8. AHOGAMIENTO

Ahogarse, ese gran clásico del drama humano. Parece fácil, ¿verdad? Te lanzas al agua, dejas que la física haga lo suyo y listo: fin del espectáculo. Pero no, resulta que ahogarse es más complicado que un triatlón, solo que sin la parte de la bicicleta. Primero, tragas agua, porque tu cuerpo, tan eficiente como siempre, decide que es una buena idea respirar mientras estás bajo el agua. Spoiler: no lo es. Ahí empiezan los espasmos, las convulsiones y ese maravilloso momento en el que te das cuenta de que tus pulmones no son tan fanáticos del H2O como pensabas.

¿Sabes nadar? Pues qué maravilla, pero eso no importa. Puedes nadar mar adentro como si fueras un personaje en busca de inspiración artística, pero el cansancio y las olas tienen otros planes. Si no sabes nadar, mejor aún, porque vas directo al fondo sin tanto preámbulo. Eso sí, para los más meticulosos, puedes añadir el toque chic de atarte una roca o encadenarte manos y pies. Nada dice "estilo" como hundirte con elegancia.

Luego está ese bonus llamado hipotermia, cortesía de los mares fríos. Porque claro, morir ahogado no es suficiente; mejor agrégale ese extra de entumecimiento helado. El agua fría hace que tu cuerpo se apague más rápido que un celular con batería al 1%. Es como un paquete todo incluido: asfixia, espasmos y congelación. Un verdadero lujo.

Y, por supuesto, está el problema de arruinarle el día a otras personas. Si decides ahogarte en un lugar público, alguien tiene que encontrarte. Piensa en los rescatistas, que tendrán que arrastrar tu cuerpo mojado mientras se quejan de las estadísticas arruinadas del verano. Sin mencionar a los turistas que, en vez de fotos del atardecer, se llevarán el trauma de verte flotando como un mal decorado de Halloween.

En fin, ahogarse puede sonar poético en los libros, pero en la práctica es un desastre lleno de pánico, agua salada y pésimas decisiones. Pero oye, al menos ahora sabes a qué te enfrentas. Porque si algo sobra en la vida, son formas irónicamente complicadas de terminarla.

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9. AUTOINMOLACIÓN

Ah, la autoinmolación, esa obra de arte del sufrimiento humano, perfecta si estás buscando hacer una declaración que nadie olvide jamás, incluyendo tus vecinos y posiblemente los bomberos. Porque sí, prenderte fuego es tan dramático como suena, pero también es una logística infernal.

Primero, necesitas al menos cinco litros de gasolina o queroseno. No, no puedes escatimar aquí; esto no es un asado, es todo tu cuerpo en llamas. Y asegúrate de aplicarlo bien, de pies a cabeza, como si te estuvieras bañando en un perfume de la peor pesadilla.

El momento de encender el fuego es clave. Puedes usar un fósforo, un encendedor o incluso una chispa espontánea si tienes mucha suerte. Pero no pienses que esto será un instante de paz; no, te envolverán las llamas, sentirás un ardor insoportable, y si te queda energía, puede que incluso ruedes por el suelo intentando apagarlo. Spoiler: no funcionará.

Ah, y el olor. No olvidemos el inconfundible aroma a carne quemada que dejarás como legado. Y si alguien intenta apagar el fuego, puedes gritar algo heroico, como "¡No vengan!", porque, claro, quieres asegurarte de que la tragedia sea solo tuya. Si sobrevives, felicidades, ahora eres un candidato para pasar años en el hospital con quemaduras graves y posiblemente lleno de tumores cicatriciales. Glamour puro, ¿verdad?.

¿Crees que el impacto social lo vale? Bueno, algunos lo han usado como protesta, desde monjes vietnamitas hasta estudiantes coreanos. Pero ten en cuenta que esas historias terminan con aplausos póstumos y horribles descripciones de cuerpos carbonizados. Porque sí, una vez que tu piel se quema, los músculos debajo son difíciles de destruir gracias a la maravilla de la biología humana.

¿El resumen? La autoinmolación es básicamente un grito final al mundo, pero viene con una etiqueta de precio altísima: dolor extremo, riesgo de sobrevivir (porque el universo es cruel así), y un legado que olerá a queroseno para siempre. Pero hey, cada quien con sus decisiones.

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10. CONGELACIÓN

Congelarse hasta morir, ¡qué delicia tan gélida y mórbidamente poética! Si estás buscando la forma más lenta y "artísticamente trágica" de irte, esto puede ser para ti. La congelación no es solo para los exploradores que se pierden en las montañas; puedes lograrlo en tu propia casa con un poco de creatividad y muchas ganas de complicarte la vida.

El método clásico, claro, es ir a las montañas nevadas. Elige un lugar tan remoto que ni los zorros quieran pasar por ahí. Lleva tranquilizantes y analgésicos para facilitar el proceso y, por qué no, un poco de alcohol para ese toque cálido (y letal). Ah, y asegúrate de quitarte la ropa, porque el frío solo funciona si te entregas por completo a él. Eso sí, procura que nadie te encuentre a medio camino, porque si sobrevives, podrían tener que amputarte las extremidades congeladas. ¡Qué excitante!.

Si prefieres un enfoque más doméstico, puedes hacerlo en la comodidad de tu habitación. Abre ventanas, usa ventiladores y báñate en agua fría. Incluso puedes añadir ayuno y falta de sueño para asegurarte de que tu cuerpo esté completamente derrotado antes de enfrentar al frío. Y no olvides ese toque final de alcohol, que acelera la hipotermia y te envuelve en un trance dulcemente mortal. ¿Romántico, verdad?.

Ahora, el proceso: al principio, tu cuerpo temblará como un teléfono en vibración. Luego llega el letargo, como cuando te quedas dormid@ después de ver una película aburrida. Y finalmente, un "dulce trance" te lleva lentamente a la muerte, acompañado de alucinaciones que algunos describen como luces brillantes y música celestial. Por supuesto, es solo hasta que te congelas por completo y pierdes el conocimiento.

¿La parte estética? Si lo haces en nieve fresca, tu cuerpo puede parecer un adorno congelado, casi intacto, con piel pálida y translúcida. Pero cuidado con la primavera: cuando la nieve se derrite, el espectáculo cambia a putrefacción y, en algunos casos, tus restos pueden ser el festín de zorros hambrientos. Una obra de arte efímera, por así decirlo.

En resumen, congelarte es todo un espectáculo gélido lleno de detalles grotescamente fascinantes. Ideal para quienes buscan combinar lo dramático con lo innecesariamente complicado. Porque, seamos sinceros, si algo hemos aprendido, es que hasta morir puede tener un toque de sarcasmo y estilo.

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10. CASOS ESPECIALES

Morir de hambre, la solución perfecta para quienes prefieren un drama lento, trágico y completamente innecesario. Este método no es para los débiles de voluntad; se necesita un nivel de compromiso digno de un maratón, pero sin la diversión de correr ni la meta gloriosa al final. Aquí vamos con los detalles.

Primero, el cronómetro: puedes sobrevivir entre 30 y 40 días solo con agua. Pero si decides ser aún más extremo y renuncias a cualquier líquido, felicidades, has reducido tu tiempo de sufrimiento a unas acogedoras 1 o 2 semanas. Eso sí, si tienes algo de "almacenamiento extra" (sí, hablo de grasa), tu cuerpo hará todo lo posible para aferrarse a la vida un poco más. Así que sí, ser delgado tiene sus ventajas aquí.

El proceso es tan divertido como suena: tu cuerpo empieza a devorar todo lo que tiene dentro para mantenerse en marcha. Primero van las reservas de glucosa, luego la grasa, y cuando ya no queda nada, empieza a descomponer tus propios músculos. Es como un banquete interno en el que tú eres el menú completo. Y mientras todo esto pasa, te vuelves más débil, tus órganos empiezan a fallar, y tus pensamientos se nublan como un día lluvioso.

Y no creas que es todo poesía y sufrimiento silencioso. No, tu cuerpo empieza a emitir un olor muy particular debido a la acumulación de toxinas. Básicamente, te conviertes en tu propio repelente humano. ¡Todo un espectáculo! Por si fuera poco, si alguien llega a encontrarte antes de que termines el "proceso", el rescate puede ser tan traumático como la experiencia misma.

Así que morir de hambre, aunque suene poético en teoría, es realmente una forma de prolongar el sufrimiento, dejando a tu cuerpo luchando hasta el último segundo. Pero oye, si la idea es hacer una declaración existencial, esta definitivamente asegura que nadie te olvide... al menos hasta que el olor desaparezca.



Las armas de fuego, el cliché hollywoodense que promete un final rápido, directo y, aparentemente, "sin dolor". Pero, claro, la realidad es un poco más complicada y mucho menos glamorosa que en las películas. Vamos al detalle.

Primero, está el tema de conseguir el arma. ¿Creías que solo ibas a entrar a una tienda y pedir una con un guiño? No, mi ciele, en la mayoría de los lugares esto es más complicado que pedir un café con veinte especificaciones en Starbucks. Pero supongamos que logras conseguir una. Ahora viene la parte técnica: disparar.

La mayoría de la gente piensa que solo necesitas apuntar a la sien o debajo de la mandíbula y apretar el gatillo. ¡Sorpresa! Si no haces bien los cálculos, puedes terminar con el cráneo fracturado, una mandíbula destrozada y, lo peor de todo, vivo. Eso sí, posiblemente sin la capacidad de hablar o de moverte. Sería un intento fallido de manual, pero con un giro trágico.

El truco, según este macabro manual, está en perforar el bulbo raquídeo. Pero, ¿quién tiene tiempo para clases de anatomía avanzada cuando estás en un momento así? Apuntar mal puede ser tan común como un lunes gris. Y, por supuesto, los resultados son igual de devastadores.

En resumen, si creías que el arma de fuego era la solución rápida y sin fallos, más vale que seas un experto en balística o estés dispuesto a jugártela con un margen de error que te podría costar más de lo planeado. Y no olvides el desorden: sangre, fragmentos, y un espectáculo que haría llorar a cualquier equipo de limpieza. Porque sí, hasta para esto hay que tener algo de precisión y estilo.

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Bueno chikis, después de leer este manual, puedo decirte que la muerte es como... un montaje que siempre quisiste hacer pero que resulta ser un desastre complicadísimo. Este libro te da "instrucciones detalladas" y muy detallas, pero en realidad parece una mezcla entre un manual de pasos a realizar y una receta de cocina infernal. Todo está lleno de pasos específicos, ingredientes raros y advertencias del tipo: "Cuidado, podría no funcionar, y entonces la pasarás peor que antes y quedaras como un pendejo".

Cada método tiene su encanto macabro, pero lo que realmente queda claro es que incluso morir requiere más esfuerzo y planificación que hacer tu declaración de impuestos. ¿Ahogarte? Caótico. ¿Congelarte? Lento como una pelicula coreana. ¿Armas de fuego? Una ruleta rusa con probabilidades aún más crueles. ¿Morir de hambre? Un reality show de resistencia extrema, pero sin el premio. En serio, hasta el suicidio tiene sus desafíos logísticos.

Pero el verdadero mensaje aquí, aunque el libro no lo diga en voz alta, es que la vida es un chiste cruel pero lleno de ironía. Pasamos toda nuestra existencia tratando de evitar el dolor, solo para encontrar que incluso la salida final viene con su propia dosis de sufrimiento. Y lo más gracioso, si puedes llamarlo así, es que este libro, en su intento de ser útil, te muestra que morir puede ser aún más complicado que vivir. ¿Conclusión? Mejor invierte ese esfuerzo en algo más divertido, como sobrevivir a la vida misma. ¡Total, ya estamos aquí! y algún día moriremos, y como dije... "Al final, tú eliges cuál es la mejor opción."



El Mejor GORE con Melany

Gracias por lo que haces, se te aprecia mucho
 
No practicaré el Manual, obviamente, pero quiero decirte que hiciste un gran trabajo, me encantó el detalle de incluir videos de las muertes, no te conozco pero tienes mis respetos, espero lograr algún día hacer algún artículo de este tamaño, fue súper entretenido, de verdad aplaudo tu trabajo



Antes que nada: Este post está aquí para ayudarte... a tomar una mejor decisión.
Puede que sientas que todo está oscuro, pero nunca estás completamente sol@. Siempre hay alguien, aunque no lo veas, que te quiere con vida, ya sea para bien o para mal.

Al final... tu decides. Pero piensa en esto:​

"a veces, lo más aterrador no es seguir adelante, sino darse cuenta de todo lo que podrías perder si te rindes."

Siempre hay una ayuda... y esta disponible.
  • Argentina: (+54) 11-5275-1135
  • Bolivia: 2248486
  • Brasil: 188
  • Chile: 005642221200
  • Colombia: (57-1) 323 24 25
  • Ecuador: (593) 2 6000477 - 2923327
  • España: 717 003 717
  • Honduras: (00 504) 2558 08 08
  • México: +5255 46313300
  • Perú: 01 498 2711
  • Puerto Rico: 1-800-981-0023
  • Uruguay: 0800 8483 (VIVE) y \*8483
  • Venezuela: 0-800-PSIQUE
  • Guatemala: +502 5392 5953

Toda la información de este post esta inspirado en el libro: "El completo manual del suicidio".

Hecho por Melany FT​



Para mí, el suicidio no es algo trágico o misterioso, como muchos lo ven. Es más una decisión personal, algo que puedo planear y ejecutar si lo creo necesario. No se trata de que odie mi vida o esté buscando respuestas a preguntas como "¿Por qué vivir?" o "¿Por qué morir?". Más bien, siento que el suicidio es una opción, un acto de control sobre mi propia existencia cuando todo lo demás parece escaparse de mis manos.

Sé que para muchos esto puede sonar frío o extraño, pero pienso que no siempre necesitamos razones profundas o grandes tragedias para considerar esta posibilidad. A veces, simplemente la vida pierde sentido o se vuelve un ciclo repetitivo que no quiero seguir.

En algún momento, incluso puede sentirse como un alivio el saber que existe una salida. No digo que sea fácil, pero si decido tomar ese camino, prefiero hacerlo con claridad y control, sin depender de los demás.

Al final tu decides... :)



1. TOMAR MEDICAMENTOS

Ah, tomar medicamentos, el clásico "me quedo dormid@ y me voy para siempre", ¿no? Suena perfecto en teoría, como esas películas donde la chica triste toma un puñado de pastillas y se despide con una nota poética o patética. Pero déjame decirte, la realidad es un poquito menos glamorosa, como asi decirlo.

Primero, necesitas preparación. No puedes simplemente tragarte lo primero que encuentres en el botiquín. Tienes que planearlo, como si estuvieras organizando una fiesta... solo que esta vez, para uno, total ni amigos tienes. Tu estómago tiene que estar vacío porque, adivina qué, si comes de más, tu cuerpo dice: "Esto no me gusta", y vomitas todo como si estuvieras en la peor resaca de tu vida. Ah, y no olvides triturar las pastillas y mezclarlas con yogur o miel. Porque, claro, ¿qué mejor manera de irte que con un postre raro? ¿no?

El alcohol es el mejor amigo de las pastillas, según dicen. Se supone que acelera todo el proceso y multiplica los efectos. Pero tienes que tener cuidado de elegir un lugar donde nadie te interrumpa por al menos ocho horas. ¿Te imaginas que alguien te encuentre antes? uyy... fallido. Luego terminas en el hospital con un enema y sermones sobre "lo valiosa que es la vida". Qué mierda. Ni para matarse sirves.

Ahora, hablemos de los medicamentos en sí. No todos son tan efectivos como parecen. Por ejemplo, las pastillas para dormir como Lithrone S o Ataraxone son un clásico, pero necesitas tragarte tantas que parece un reto de TikTok, ug. ¿Codeína? Buena opción, pero más difícil de conseguir que un novio fiel. ¿Acetaminofén? Podrías lograrlo, pero prepárate para días de insuficiencia hepática y una muerte nada rápida.

Lo que más me encanta de esta opción es la incertidumbre. Puedes calcular mal la dosis, y en lugar de "adiós mundo cruel", terminas con vómitos, alucinaciones o, peor aún, rescatada. ¡Qué vergüenza! Ahí estás, escuchando a los médicos otra vez decir cosas como: "Tu hígado está arruinado, pero sobrevivirás".

Así que, si estás pensando en medicamentos, te lo resumo: prepara todo como si fuera tu último proyecto escolar, pero no esperes que sea tan fácil como en los libros o las películas. Porque la vida, incluso cuando quieres terminarla, sigue siendo un fastidio lleno de trámites y complicaciones.​

Lo mas cercano que te veras luego de esta decisión, vamos, no se ve tan mal. Talvez sobrevivas :(

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2. AHORCAMIENTO
Aww, el ahorcamiento, el "rey de los métodos de suicidio", dicen. Claro, suena elegante en teoría, pero déjame contarte una cosita: no es tan exquisito como podrías imaginar. Primero, no necesitas ser un experto en nudos marineros ni buscar la rama perfecta de un árbol centenario ok. Con una cuerda, un cinturón o incluso una cinta de embalaje, puedes improvisar, se creativo, incluso lo puedes transmitir en vivo. ¿El punto de suspensión? No necesitas el techo de una catedral, aunque seria bello; una puerta, una estantería o incluso la cama pueden servir. Sí, hasta suicidarte puedes ser económico, vamos ni que fueras tan pobre.

El truco está en asegurarte de que el peso haga su trabajo. Porque, si no lo haces bien, podrías terminar vivo, sí vivo, con daño cerebral, y luego tendrás que soportar la vergüenza de que todos te miren raro. ¡Qué inútil "¿Así que querías matarte y fallaste?" Definitivamente, no es la conversación que quieres tener en la cena familiar.

Fisiológicamente, el ahorcamiento no es solo "te cuelgas y ya". No, chiki, esto tiene ciencia. Si lo haces bien, en unos minutos la sangre deja de llegar al cerebro, pierdes la conciencia, y adiós. Pero claro, antes de eso vienen los efectos especiales: mareos, flashes de luz y, si tienes suerte, unos espasmos que podrían hacer que alguien diga que pareces bailando breakdance antes de quedarte ties@.

Ahora, si te preocupan los detalles estéticos, como quedar con los ojos saltones y la lengua afuera como mongol, no te estreses tanto. No pasa siempre. Aunque, eso sí, puede que te orines o, si eres hombre, tengas un momento de "eyaculación póstuma". Bonito recuerdo para quien te encuentre, ¿no? ggg

Pero ojo, porque este método también tiene sus "fails". Hay casos de gente que lo intentó y terminó sobreviviendo con daños cerebrales graves, básicamente en modo vegetal. No sé tú, pero eso suena mucho peor que seguir viv@ con tus dramas cotidianos.

En resumen, el ahorcamiento tiene su reputación por ser efectivo, pero como todo, depende de la ejecución. Si vas a hacerlo, al menos no dejes una escena tan ridícula como para aparecer en estos sitios de internet.

Una hermosa Recopilación de gente que lo hizo... vaya viéndote.​

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3. SALTAR DE UN EDIFICIO

Ah, saltar de un edificio, el clásico de los clásicos para los dramas modernos. Si vas a hacerlo, mínimo hazlo con estilo, ¿no? Porque si algo aprendí leyendo sobre este método es que hasta para esto hay que tener logística. No es tan fácil como parece, créanme.

Primero, necesitas una altura decente. Nada de lanzarte del segundo piso como si fueras un acrobático profesional. Si no quieres acabar con las dos piernas rotas y el orgullo destrozado, mínimo apunta a 20 metros de altura. Eso son como 7-8 pisos. Desde el cuarto piso, pues… digamos que el 50% de probabilidades de morir no suena tan emocionante como parece. Y no me hagas hablar de los arbustos o toldos de las ventanas que podrían "suavizar" la caída. Más que morir, acabarías como un mal origami humano.

Ahora, el terreno. Mi recomendación: busca concreto. Nada de pastito o techos de autos que amortigüen la caída. Imagina caer en un arbusto y que te encuentren ahí, enredad@ como decoración navideña. Qué palta. Eso sí, trata de no caer encima de nadie, porque imagínate la demanda. “pendej@ destruye a peatón mientras intenta destruirse a sí misma.” ¡no mames!

Lo que nadie te dice es que la sensación en la caída puede ser, en realidad, bastante interesante. Algunos sobrevivientes cuentan que todo es sorprendentemente… tranquilo. Como ese momento de zen que sientes al saber que no pagaste tu tarjeta de crédito a tiempo. Eso sí, el impacto, dependiendo de cómo caigas (cabeza, pies, o cadera), puede ser un final épico o una tragedia ambulante. Todo depende de tu nivel de precisión. ¡Qué presión!

Y por supuesto, no podemos ignorar los grandes referentes. Está Yukiko Okada, la idol japonesa que prácticamente puso este método de moda entre los fans de las alturas. Literalmente convirtió su caída en un manifiesto cultural. Entre eso y la urbanización, los rascacielos se han convertido en los favoritos para esta obra maestra.

Eso sí, si ya estás pensando en esto, al menos ten la decencia de planearlo bien. Nada de arruinarle el día a la señora que pasea a su perro. Piensa en un lugar tranquilo, donde no te molesten y, por amor al espectáculo y a las cámaras, que no haya obstáculos en el camino. No queremos que te rescaten con frases del tipo: “Intenté lanzarme, pero unos cables de poste de luz decidió que no era mi día”. ¡Qué mierda bro!?​
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4. CORTES EN MUÑECAS Y CARÓTIDAS

Ah, los cortes en muñecas y carótidas lo hermoso <3. La vieja confiable del drama existencial. Eso sí, antes de empezar, asegúrate de que tienes determinación, porque este método no es para los mariquitas de voluntad ni para quienes se asustan con un poquito de sangre. Vamos por algo estas viendo gore ¿no?

Primero, las muñecas. Parece tan sencillo, ¿verdad? Una cuchillada rápida, un poco de sangre y listo. Pues no, vv. La realidad es que las venas no están ahí esperando ser cortadas como si fueran espaguetis al dente. Para que sea letal, necesitas llegar a la arteria. Y déjame decirte, eso es un desafío. Hay tendones, músculos y hasta tu sentido común intentando detenerte. Si solo cortas la vena, lo único que consigues es un gran meh: 200 a 300 ml de sangre, una cita en urgencias y cicatrices que te harán explicar tu “momento emo” el resto de tu vida.

¿Quieres aumentar tus probabilidades? Aquí va un hack: toma un baño caliente o un poco de alcohol antes. Eso hace que la sangre fluya más rápido, como un río salvaje. ¿Y por qué? Porque la coagulación es una traicionera y te dejará viv@ con más problemas que antes. Pero, sinceramente, aunque hagas todo esto, las probabilidades de éxito son apenas del 5%. Sí, 5%. Y a cambio, tienes cicatrices dignas de una mala película de acción y un viaje seguro al quirófano para cirugía reconstructiva.

Ahora, la carótida. Suena más épico, ¿no? Tipo, “me fui a lo grande”. Aquí sí hablamos de sangre de verdad, estilo película gore. Si logras cortarla bien, estarás inconsciente en unos 5 a 12 segundos. Pero claro, el “bien” es la parte clave. Los músculos que protegen la carótida son gruesos, como el plástico de esos envases que nunca puedes abrir sin tijeras. Así que, si no perforas con precisión, el resultado será más frustración que liberación.

¿Y sabes qué? Hay referencias culturales para esto. Kokichi Tsuburaya, el corredor de maratón, se cortó la carótida y su acto quedó como una especie de performance simbólico. Pero no nos engañemos, esto no es para cualquiera. Necesitas fuerza física y mental para no quedarte a medio camino y terminar en el hospital explicando por qué tienes un tajo cerca de la oreja.

Así que ahí lo tienes. Dos métodos, mucha sangre, y más probabilidades de hacer un espectáculo que de lograr tu cometido. Pero oye, si decides intentarlo, al menos hazlo con convicción y con una buena playlist de fondo. Porque si vas a dejar cicatrices (o peor, terminar viv@), mínimo que sea memorable.

CARÓTIDA:
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CORTE:
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5. SALTAR A LAS VIAS DEL TREN

Ah, saltar a las vías del tren. El método favorito de los amantes del caos y los fans de los finales dramáticos. Pero, ojo, no es tan sencillo como parece. No es cuestión de plantarte en cualquier estación y decir “bueno, aquí me voy”. No, chiki, esto requiere estrategia, porque si algo sale mal, podrías terminar como un rompecabezas humano esperando que alguien te arme de nuevo. Y créeme, nadie quiere ser ese alguien.

Primero, el tren tiene que ir rápido, porque si es de los que frenan cada dos cuadras, lo único que lograrás es convertirte en un desastre ambulante. Además, si vas a hacerlo, al menos hazlo en una estación de tren expreso. Nada grita “me tomé esto en serio” como un tren que no puede detenerse a tiempo para evitarte. Eso sí, hazlo de noche, no porque sea más poético, sino porque el conductor probablemente no te vea hasta que sea demasiado tarde. Y, honestamente, ¿por qué arruinarle el día más de lo necesario?

El momento del salto es clave. No lo hagas demasiado fuerte, no queremos que termines volando al otro lado de las vías como si estuvieras en una competencia de salto largo. Pero tampoco te quedes cort@, porque si el tren no te golpea de lleno, podrías acabar sobreviviendo con suficientes fracturas como para convertirte en un proyecto de reconstrucción quirúrgica. ¡Qué lindo regalo para el sistema de salud!

Ahora, hablemos de los resultados. Si tienes suerte (¿o mala suerte?), el tren hace su trabajo en segundos y bye. Pero si fallas, podrías acabar como esa mujer que perdió los pies, una mano y luego decidió casarse con un pastor para predicar sobre las maravillas de la vida. Porque claro, nada más irónico que acabar sobreviviendo y luego tener que explicar por qué intentaste esto en primer lugar.

Y por último, lo que nadie te cuenta: los costos. Sí, saltar a las vías no solo traumatiza al pobre conductor y a los pasajeros jajaja, sino que además podría dejarle a tu familia una deuda enorme por el frenado de emergencia y la limpieza. Porque sí, en países como Japón, eso no es gratis. Así que además de dejar un vacío emocional, también podrías dejar una factura. Qué responsable de tu parte.

Así que, ahí lo tienes. Un método rápido, lleno de drama, pero con un alto margen de error. Si decides hacerlo, al menos que sea con estilo. Aunque, con mi suerte, seguro que yo acabaría sobreviviendo y con un brazo menos, o talvez como el chico de... ¿Oe mano estas bien?​

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6. INTOXICACIÓN POR GAS

Ah, intoxicación por gas, el método que dice: "Me voy, pero no sin causar un poco de caos". ¿Qué tan simple puede ser? Solo tienes que cerrar todo, abrir el gas y esperar a que la ciencia haga lo suyo... o al menos eso crees. Pero, como en todo, hay detalles que pueden convertir tu pendejada plan en un desastre digno de una comedia negra.

Primero, olvida la idea romántica de morir pacíficamente en tu sofá mientras escuchas tu playlist deprimentes. Hoy en día, el gas natural ya no es tan letal como lo era antes. Gracias a las empresas, que hicieron su magia para que no contenga monóxido de carbono, ahora lo único que logras es intoxicación leve y una factura elevada de gas. Qué decepción moderna. Incluso si usas propano, prepárate para mucho dolor antes de que algo realmente suceda.

¿Y qué hay de las explosiones? Porque claro, el gas es inflamable. A alguien se le ocurrió intentar fumar mientras esperaba los efectos del gas y, sorpresa, todo explotó. Resultado: más de 28 casas dañadas, vecinos heridos y una hospitalización de un mes. Nada dice "fallé" como ser demandado por fuga de gas y acabar en prisión por intentar irte de forma dramática.

Ah, pero el drama no termina ahí. Imagínate que intentas este método y resulta que no eres tú quien muere, sino tu vecina del piso de arriba porque el monóxido de carbono subió. Ahora no solo fallaste, sino que tienes una demanda de millones de yenes en Japón. Felicitaciones, dejaste una herencia que nadie quería.

Y si llegas a morir, asegúrate de ir al baño antes. Porque si creías que la muerte es digna, déjame decirte que tu cuerpo puede decidir que es buen momento para una última evacuación. Una escena no tan bonita que puede incluir heces en lugares que nunca imaginaste.

En resumen, intoxicarte con gas es tan impredecible como jugar a la ruleta rusa, pero con más demandas legales y menos romanticismo. Si de todos modos decides intentarlo, al menos no fumes. Ya sabes, por aquello de no salir con un k-boom.​

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7. ELECTROCUCIÓN

Ah, electrocutarse, el método que combina tecnología, drama y un poquito de ciencia. ¿Qué podría salir mal? Bueno, mucho, pero hablemos de los detalles para que esto no termine siendo otro intento fallido digno de un pendejo.

Primero, necesitas algo de preparación. Aquí no basta con meter los dedos en un enchufe, eso solo garantiza un mal día y un susto eléctrico. Si vas a hacerlo, hay que exponerse de verdad: pela los cables, conecta un extremo a la corriente y el otro a puntos estratégicos de tu cuerpo como el pecho o la espalda. ¿Demasiado trabajo? Lo sé, ni siquiera para esto nos dejan hacerlo fácil.

Si quieres un toque de sofisticación, puedes usar un temporizador para que todo ocurra mientras duermes. Suena relajante, ¿no? Pero cuidado, porque si los cables no están bien sujetos, podrías despertar simplemente con marcas de quemaduras y un cable suelto a tu lado. Y lo mejor: todo tu plan arruinado. ¡Qué forma tan elegante de empezar un lunes!.

Ahora, el voltaje. Esto es importante. Con solo 100 voltios, técnicamente puedes lograrlo, pero es más probable que termines teniendo calambres musculares tan intensos que parecerás bailando un robot descoordinado. Un médico diría que la muerte podría llegar tras tres minutos de fibrilación ventricular si tienes suerte, pero si fallas, podrías acabar explicándole a los paramédicos cómo terminaste pegado a un enchufe.

¿Y qué hay de las quemaduras? Bueno, la ventaja es que el cadáver queda bastante intacto, dicen que es uno de los métodos que dejan una apariencia "tranquila". Pero claro, no contemos con eso, porque si el voltaje es bajo o algo sale mal, lo único que logras es un show de luces en miniatura y un posible viaje al hospital.

Para los más atrevidos, existe la idea de usar agua. Lanzar un electrodoméstico en la bañera mientras estás dentro suena teatral, pero la confiabilidad es terrible. Si lo intentas, añade sal al agua para mejorar la conductividad. ¿Ves? Hasta para esto necesitas un poco de química básica.

En resumen, electrocutarse es una mezcla de precisión, drama y un toque de desesperación. Si vas a intentarlo, al menos asegúrate de que nadie termine gritándote “¡quédate lejos de los enchufes!” mientras sacuden un extintor frente a ti. Porque, en serio, ¿qué tan humillante sería eso?​

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8. AHOGAMIENTO

Ahogarse, ese gran clásico del drama humano. Parece fácil, ¿verdad? Te lanzas al agua, dejas que la física haga lo suyo y listo: fin del espectáculo. Pero no, resulta que ahogarse es más complicado que un triatlón, solo que sin la parte de la bicicleta. Primero, tragas agua, porque tu cuerpo, tan eficiente como siempre, decide que es una buena idea respirar mientras estás bajo el agua. Spoiler: no lo es. Ahí empiezan los espasmos, las convulsiones y ese maravilloso momento en el que te das cuenta de que tus pulmones no son tan fanáticos del H2O como pensabas.

¿Sabes nadar? Pues qué maravilla, pero eso no importa. Puedes nadar mar adentro como si fueras un personaje en busca de inspiración artística, pero el cansancio y las olas tienen otros planes. Si no sabes nadar, mejor aún, porque vas directo al fondo sin tanto preámbulo. Eso sí, para los más meticulosos, puedes añadir el toque chic de atarte una roca o encadenarte manos y pies. Nada dice "estilo" como hundirte con elegancia.

Luego está ese bonus llamado hipotermia, cortesía de los mares fríos. Porque claro, morir ahogado no es suficiente; mejor agrégale ese extra de entumecimiento helado. El agua fría hace que tu cuerpo se apague más rápido que un celular con batería al 1%. Es como un paquete todo incluido: asfixia, espasmos y congelación. Un verdadero lujo.

Y, por supuesto, está el problema de arruinarle el día a otras personas. Si decides ahogarte en un lugar público, alguien tiene que encontrarte. Piensa en los rescatistas, que tendrán que arrastrar tu cuerpo mojado mientras se quejan de las estadísticas arruinadas del verano. Sin mencionar a los turistas que, en vez de fotos del atardecer, se llevarán el trauma de verte flotando como un mal decorado de Halloween.

En fin, ahogarse puede sonar poético en los libros, pero en la práctica es un desastre lleno de pánico, agua salada y pésimas decisiones. Pero oye, al menos ahora sabes a qué te enfrentas. Porque si algo sobra en la vida, son formas irónicamente complicadas de terminarla.

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9. AUTOINMOLACIÓN

Ah, la autoinmolación, esa obra de arte del sufrimiento humano, perfecta si estás buscando hacer una declaración que nadie olvide jamás, incluyendo tus vecinos y posiblemente los bomberos. Porque sí, prenderte fuego es tan dramático como suena, pero también es una logística infernal.

Primero, necesitas al menos cinco litros de gasolina o queroseno. No, no puedes escatimar aquí; esto no es un asado, es todo tu cuerpo en llamas. Y asegúrate de aplicarlo bien, de pies a cabeza, como si te estuvieras bañando en un perfume de la peor pesadilla.

El momento de encender el fuego es clave. Puedes usar un fósforo, un encendedor o incluso una chispa espontánea si tienes mucha suerte. Pero no pienses que esto será un instante de paz; no, te envolverán las llamas, sentirás un ardor insoportable, y si te queda energía, puede que incluso ruedes por el suelo intentando apagarlo. Spoiler: no funcionará.

Ah, y el olor. No olvidemos el inconfundible aroma a carne quemada que dejarás como legado. Y si alguien intenta apagar el fuego, puedes gritar algo heroico, como "¡No vengan!", porque, claro, quieres asegurarte de que la tragedia sea solo tuya. Si sobrevives, felicidades, ahora eres un candidato para pasar años en el hospital con quemaduras graves y posiblemente lleno de tumores cicatriciales. Glamour puro, ¿verdad?.

¿Crees que el impacto social lo vale? Bueno, algunos lo han usado como protesta, desde monjes vietnamitas hasta estudiantes coreanos. Pero ten en cuenta que esas historias terminan con aplausos póstumos y horribles descripciones de cuerpos carbonizados. Porque sí, una vez que tu piel se quema, los músculos debajo son difíciles de destruir gracias a la maravilla de la biología humana.

¿El resumen? La autoinmolación es básicamente un grito final al mundo, pero viene con una etiqueta de precio altísima: dolor extremo, riesgo de sobrevivir (porque el universo es cruel así), y un legado que olerá a queroseno para siempre. Pero hey, cada quien con sus decisiones.

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10. CONGELACIÓN

Congelarse hasta morir, ¡qué delicia tan gélida y mórbidamente poética! Si estás buscando la forma más lenta y "artísticamente trágica" de irte, esto puede ser para ti. La congelación no es solo para los exploradores que se pierden en las montañas; puedes lograrlo en tu propia casa con un poco de creatividad y muchas ganas de complicarte la vida.

El método clásico, claro, es ir a las montañas nevadas. Elige un lugar tan remoto que ni los zorros quieran pasar por ahí. Lleva tranquilizantes y analgésicos para facilitar el proceso y, por qué no, un poco de alcohol para ese toque cálido (y letal). Ah, y asegúrate de quitarte la ropa, porque el frío solo funciona si te entregas por completo a él. Eso sí, procura que nadie te encuentre a medio camino, porque si sobrevives, podrían tener que amputarte las extremidades congeladas. ¡Qué excitante!.

Si prefieres un enfoque más doméstico, puedes hacerlo en la comodidad de tu habitación. Abre ventanas, usa ventiladores y báñate en agua fría. Incluso puedes añadir ayuno y falta de sueño para asegurarte de que tu cuerpo esté completamente derrotado antes de enfrentar al frío. Y no olvides ese toque final de alcohol, que acelera la hipotermia y te envuelve en un trance dulcemente mortal. ¿Romántico, verdad?.

Ahora, el proceso: al principio, tu cuerpo temblará como un teléfono en vibración. Luego llega el letargo, como cuando te quedas dormid@ después de ver una película aburrida. Y finalmente, un "dulce trance" te lleva lentamente a la muerte, acompañado de alucinaciones que algunos describen como luces brillantes y música celestial. Por supuesto, es solo hasta que te congelas por completo y pierdes el conocimiento.

¿La parte estética? Si lo haces en nieve fresca, tu cuerpo puede parecer un adorno congelado, casi intacto, con piel pálida y translúcida. Pero cuidado con la primavera: cuando la nieve se derrite, el espectáculo cambia a putrefacción y, en algunos casos, tus restos pueden ser el festín de zorros hambrientos. Una obra de arte efímera, por así decirlo.

En resumen, congelarte es todo un espectáculo gélido lleno de detalles grotescamente fascinantes. Ideal para quienes buscan combinar lo dramático con lo innecesariamente complicado. Porque, seamos sinceros, si algo hemos aprendido, es que hasta morir puede tener un toque de sarcasmo y estilo.

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10. CASOS ESPECIALES

Morir de hambre, la solución perfecta para quienes prefieren un drama lento, trágico y completamente innecesario. Este método no es para los débiles de voluntad; se necesita un nivel de compromiso digno de un maratón, pero sin la diversión de correr ni la meta gloriosa al final. Aquí vamos con los detalles.

Primero, el cronómetro: puedes sobrevivir entre 30 y 40 días solo con agua. Pero si decides ser aún más extremo y renuncias a cualquier líquido, felicidades, has reducido tu tiempo de sufrimiento a unas acogedoras 1 o 2 semanas. Eso sí, si tienes algo de "almacenamiento extra" (sí, hablo de grasa), tu cuerpo hará todo lo posible para aferrarse a la vida un poco más. Así que sí, ser delgado tiene sus ventajas aquí.

El proceso es tan divertido como suena: tu cuerpo empieza a devorar todo lo que tiene dentro para mantenerse en marcha. Primero van las reservas de glucosa, luego la grasa, y cuando ya no queda nada, empieza a descomponer tus propios músculos. Es como un banquete interno en el que tú eres el menú completo. Y mientras todo esto pasa, te vuelves más débil, tus órganos empiezan a fallar, y tus pensamientos se nublan como un día lluvioso.

Y no creas que es todo poesía y sufrimiento silencioso. No, tu cuerpo empieza a emitir un olor muy particular debido a la acumulación de toxinas. Básicamente, te conviertes en tu propio repelente humano. ¡Todo un espectáculo! Por si fuera poco, si alguien llega a encontrarte antes de que termines el "proceso", el rescate puede ser tan traumático como la experiencia misma.

Así que morir de hambre, aunque suene poético en teoría, es realmente una forma de prolongar el sufrimiento, dejando a tu cuerpo luchando hasta el último segundo. Pero oye, si la idea es hacer una declaración existencial, esta definitivamente asegura que nadie te olvide... al menos hasta que el olor desaparezca.



Las armas de fuego, el cliché hollywoodense que promete un final rápido, directo y, aparentemente, "sin dolor". Pero, claro, la realidad es un poco más complicada y mucho menos glamorosa que en las películas. Vamos al detalle.

Primero, está el tema de conseguir el arma. ¿Creías que solo ibas a entrar a una tienda y pedir una con un guiño? No, mi ciele, en la mayoría de los lugares esto es más complicado que pedir un café con veinte especificaciones en Starbucks. Pero supongamos que logras conseguir una. Ahora viene la parte técnica: disparar.

La mayoría de la gente piensa que solo necesitas apuntar a la sien o debajo de la mandíbula y apretar el gatillo. ¡Sorpresa! Si no haces bien los cálculos, puedes terminar con el cráneo fracturado, una mandíbula destrozada y, lo peor de todo, vivo. Eso sí, posiblemente sin la capacidad de hablar o de moverte. Sería un intento fallido de manual, pero con un giro trágico.

El truco, según este macabro manual, está en perforar el bulbo raquídeo. Pero, ¿quién tiene tiempo para clases de anatomía avanzada cuando estás en un momento así? Apuntar mal puede ser tan común como un lunes gris. Y, por supuesto, los resultados son igual de devastadores.

En resumen, si creías que el arma de fuego era la solución rápida y sin fallos, más vale que seas un experto en balística o estés dispuesto a jugártela con un margen de error que te podría costar más de lo planeado. Y no olvides el desorden: sangre, fragmentos, y un espectáculo que haría llorar a cualquier equipo de limpieza. Porque sí, hasta para esto hay que tener algo de precisión y estilo.

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Bueno chikis, después de leer este manual, puedo decirte que la muerte es como... un montaje que siempre quisiste hacer pero que resulta ser un desastre complicadísimo. Este libro te da "instrucciones detalladas" y muy detallas, pero en realidad parece una mezcla entre un manual de pasos a realizar y una receta de cocina infernal. Todo está lleno de pasos específicos, ingredientes raros y advertencias del tipo: "Cuidado, podría no funcionar, y entonces la pasarás peor que antes y quedaras como un pendejo".

Cada método tiene su encanto macabro, pero lo que realmente queda claro es que incluso morir requiere más esfuerzo y planificación que hacer tu declaración de impuestos. ¿Ahogarte? Caótico. ¿Congelarte? Lento como una pelicula coreana. ¿Armas de fuego? Una ruleta rusa con probabilidades aún más crueles. ¿Morir de hambre? Un reality show de resistencia extrema, pero sin el premio. En serio, hasta el suicidio tiene sus desafíos logísticos.

Pero el verdadero mensaje aquí, aunque el libro no lo diga en voz alta, es que la vida es un chiste cruel pero lleno de ironía. Pasamos toda nuestra existencia tratando de evitar el dolor, solo para encontrar que incluso la salida final viene con su propia dosis de sufrimiento. Y lo más gracioso, si puedes llamarlo así, es que este libro, en su intento de ser útil, te muestra que morir puede ser aún más complicado que vivir. ¿Conclusión? Mejor invierte ese esfuerzo en algo más divertido, como sobrevivir a la vida misma. ¡Total, ya estamos aquí! y algún día moriremos, y como dije... "Al final, tú eliges cuál es la mejor opción."



El Mejor GORE con Melany
 
Última edición:
La forma de escribir me gusta mucho, me entretuvo y nisiquiera estoy interesado en quitarme la vida
 
La de medicamentos no es recomendable ya que sobrevivi y luego me internaron jsjsjjs
 
Esto es simplemente increíble,en verdad,yo no quiero acabar con mi vida y con lo que leí menos,sería quedar humillada si sobrevivo y con deudas por los hospitales y de más
 
Por qué vo todo ese buen manual sabiendo que ni me voy a suicidar
 
tremenda obra, el de prenderse fuego debe ser el mas doloroso en escala de dolor, en escala de voluntad supongo que el de morir de hambre, ahora c me ocurrio morir peleando contra un leon
 
Una minita me pregunta la hora*
Yo en chinga:
 
Gracias mano ahora no le tengo miedo al suicidio pero si antes no lo quería hacer ahora menos 🫡
 



Antes que nada: Este post está aquí para ayudarte... a tomar una mejor decisión.
Puede que sientas que todo está oscuro, pero nunca estás completamente sol@. Siempre hay alguien, aunque no lo veas, que te quiere con vida, ya sea para bien o para mal.

Al final... tu decides. Pero piensa en esto:​

"a veces, lo más aterrador no es seguir adelante, sino darse cuenta de todo lo que podrías perder si te rindes."

Siempre hay una ayuda... y esta disponible.
  • Argentina: (+54) 11-5275-1135
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Toda la información de este post esta inspirado en el libro: "El completo manual del suicidio".

Hecho por Melany FT​



Para mí, el suicidio no es algo trágico o misterioso, como muchos lo ven. Es más una decisión personal, algo que puedo planear y ejecutar si lo creo necesario. No se trata de que odie mi vida o esté buscando respuestas a preguntas como "¿Por qué vivir?" o "¿Por qué morir?". Más bien, siento que el suicidio es una opción, un acto de control sobre mi propia existencia cuando todo lo demás parece escaparse de mis manos.

Sé que para muchos esto puede sonar frío o extraño, pero pienso que no siempre necesitamos razones profundas o grandes tragedias para considerar esta posibilidad. A veces, simplemente la vida pierde sentido o se vuelve un ciclo repetitivo que no quiero seguir.

En algún momento, incluso puede sentirse como un alivio el saber que existe una salida. No digo que sea fácil, pero si decido tomar ese camino, prefiero hacerlo con claridad y control, sin depender de los demás.

Al final tu decides... :)



1. TOMAR MEDICAMENTOS

Ah, tomar medicamentos, el clásico "me quedo dormid@ y me voy para siempre", ¿no? Suena perfecto en teoría, como esas películas donde la chica triste toma un puñado de pastillas y se despide con una nota poética o patética. Pero déjame decirte, la realidad es un poquito menos glamorosa, como asi decirlo.

Primero, necesitas preparación. No puedes simplemente tragarte lo primero que encuentres en el botiquín. Tienes que planearlo, como si estuvieras organizando una fiesta... solo que esta vez, para uno, total ni amigos tienes. Tu estómago tiene que estar vacío porque, adivina qué, si comes de más, tu cuerpo dice: "Esto no me gusta", y vomitas todo como si estuvieras en la peor resaca de tu vida. Ah, y no olvides triturar las pastillas y mezclarlas con yogur o miel. Porque, claro, ¿qué mejor manera de irte que con un postre raro? ¿no?

El alcohol es el mejor amigo de las pastillas, según dicen. Se supone que acelera todo el proceso y multiplica los efectos. Pero tienes que tener cuidado de elegir un lugar donde nadie te interrumpa por al menos ocho horas. ¿Te imaginas que alguien te encuentre antes? uyy... fallido. Luego terminas en el hospital con un enema y sermones sobre "lo valiosa que es la vida". Qué mierda. Ni para matarse sirves.

Ahora, hablemos de los medicamentos en sí. No todos son tan efectivos como parecen. Por ejemplo, las pastillas para dormir como Lithrone S o Ataraxone son un clásico, pero necesitas tragarte tantas que parece un reto de TikTok, ug. ¿Codeína? Buena opción, pero más difícil de conseguir que un novio fiel. ¿Acetaminofén? Podrías lograrlo, pero prepárate para días de insuficiencia hepática y una muerte nada rápida.

Lo que más me encanta de esta opción es la incertidumbre. Puedes calcular mal la dosis, y en lugar de "adiós mundo cruel", terminas con vómitos, alucinaciones o, peor aún, rescatada. ¡Qué vergüenza! Ahí estás, escuchando a los médicos otra vez decir cosas como: "Tu hígado está arruinado, pero sobrevivirás".

Así que, si estás pensando en medicamentos, te lo resumo: prepara todo como si fuera tu último proyecto escolar, pero no esperes que sea tan fácil como en los libros o las películas. Porque la vida, incluso cuando quieres terminarla, sigue siendo un fastidio lleno de trámites y complicaciones.​

Lo mas cercano que te veras luego de esta decisión, vamos, no se ve tan mal. Talvez sobrevivas :(

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2. AHORCAMIENTO
Aww, el ahorcamiento, el "rey de los métodos de suicidio", dicen. Claro, suena elegante en teoría, pero déjame contarte una cosita: no es tan exquisito como podrías imaginar. Primero, no necesitas ser un experto en nudos marineros ni buscar la rama perfecta de un árbol centenario ok. Con una cuerda, un cinturón o incluso una cinta de embalaje, puedes improvisar, se creativo, incluso lo puedes transmitir en vivo. ¿El punto de suspensión? No necesitas el techo de una catedral, aunque seria bello; una puerta, una estantería o incluso la cama pueden servir. Sí, hasta suicidarte puedes ser económico, vamos ni que fueras tan pobre.

El truco está en asegurarte de que el peso haga su trabajo. Porque, si no lo haces bien, podrías terminar vivo, sí vivo, con daño cerebral, y luego tendrás que soportar la vergüenza de que todos te miren raro. ¡Qué inútil "¿Así que querías matarte y fallaste?" Definitivamente, no es la conversación que quieres tener en la cena familiar.

Fisiológicamente, el ahorcamiento no es solo "te cuelgas y ya". No, chiki, esto tiene ciencia. Si lo haces bien, en unos minutos la sangre deja de llegar al cerebro, pierdes la conciencia, y adiós. Pero claro, antes de eso vienen los efectos especiales: mareos, flashes de luz y, si tienes suerte, unos espasmos que podrían hacer que alguien diga que pareces bailando breakdance antes de quedarte ties@.

Ahora, si te preocupan los detalles estéticos, como quedar con los ojos saltones y la lengua afuera como mongol, no te estreses tanto. No pasa siempre. Aunque, eso sí, puede que te orines o, si eres hombre, tengas un momento de "eyaculación póstuma". Bonito recuerdo para quien te encuentre, ¿no? ggg

Pero ojo, porque este método también tiene sus "fails". Hay casos de gente que lo intentó y terminó sobreviviendo con daños cerebrales graves, básicamente en modo vegetal. No sé tú, pero eso suena mucho peor que seguir viv@ con tus dramas cotidianos.

En resumen, el ahorcamiento tiene su reputación por ser efectivo, pero como todo, depende de la ejecución. Si vas a hacerlo, al menos no dejes una escena tan ridícula como para aparecer en estos sitios de internet.

Una hermosa Recopilación de gente que lo hizo... vaya viéndote.​

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3. SALTAR DE UN EDIFICIO

Ah, saltar de un edificio, el clásico de los clásicos para los dramas modernos. Si vas a hacerlo, mínimo hazlo con estilo, ¿no? Porque si algo aprendí leyendo sobre este método es que hasta para esto hay que tener logística. No es tan fácil como parece, créanme.

Primero, necesitas una altura decente. Nada de lanzarte del segundo piso como si fueras un acrobático profesional. Si no quieres acabar con las dos piernas rotas y el orgullo destrozado, mínimo apunta a 20 metros de altura. Eso son como 7-8 pisos. Desde el cuarto piso, pues… digamos que el 50% de probabilidades de morir no suena tan emocionante como parece. Y no me hagas hablar de los arbustos o toldos de las ventanas que podrían "suavizar" la caída. Más que morir, acabarías como un mal origami humano.

Ahora, el terreno. Mi recomendación: busca concreto. Nada de pastito o techos de autos que amortigüen la caída. Imagina caer en un arbusto y que te encuentren ahí, enredad@ como decoración navideña. Qué palta. Eso sí, trata de no caer encima de nadie, porque imagínate la demanda. “pendej@ destruye a peatón mientras intenta destruirse a sí misma.” ¡no mames!

Lo que nadie te dice es que la sensación en la caída puede ser, en realidad, bastante interesante. Algunos sobrevivientes cuentan que todo es sorprendentemente… tranquilo. Como ese momento de zen que sientes al saber que no pagaste tu tarjeta de crédito a tiempo. Eso sí, el impacto, dependiendo de cómo caigas (cabeza, pies, o cadera), puede ser un final épico o una tragedia ambulante. Todo depende de tu nivel de precisión. ¡Qué presión!

Y por supuesto, no podemos ignorar los grandes referentes. Está Yukiko Okada, la idol japonesa que prácticamente puso este método de moda entre los fans de las alturas. Literalmente convirtió su caída en un manifiesto cultural. Entre eso y la urbanización, los rascacielos se han convertido en los favoritos para esta obra maestra.

Eso sí, si ya estás pensando en esto, al menos ten la decencia de planearlo bien. Nada de arruinarle el día a la señora que pasea a su perro. Piensa en un lugar tranquilo, donde no te molesten y, por amor al espectáculo y a las cámaras, que no haya obstáculos en el camino. No queremos que te rescaten con frases del tipo: “Intenté lanzarme, pero unos cables de poste de luz decidió que no era mi día”. ¡Qué mierda bro!?​
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4. CORTES EN MUÑECAS Y CARÓTIDAS

Ah, los cortes en muñecas y carótidas lo hermoso <3. La vieja confiable del drama existencial. Eso sí, antes de empezar, asegúrate de que tienes determinación, porque este método no es para los mariquitas de voluntad ni para quienes se asustan con un poquito de sangre. Vamos por algo estas viendo gore ¿no?

Primero, las muñecas. Parece tan sencillo, ¿verdad? Una cuchillada rápida, un poco de sangre y listo. Pues no, vv. La realidad es que las venas no están ahí esperando ser cortadas como si fueran espaguetis al dente. Para que sea letal, necesitas llegar a la arteria. Y déjame decirte, eso es un desafío. Hay tendones, músculos y hasta tu sentido común intentando detenerte. Si solo cortas la vena, lo único que consigues es un gran meh: 200 a 300 ml de sangre, una cita en urgencias y cicatrices que te harán explicar tu “momento emo” el resto de tu vida.

¿Quieres aumentar tus probabilidades? Aquí va un hack: toma un baño caliente o un poco de alcohol antes. Eso hace que la sangre fluya más rápido, como un río salvaje. ¿Y por qué? Porque la coagulación es una traicionera y te dejará viv@ con más problemas que antes. Pero, sinceramente, aunque hagas todo esto, las probabilidades de éxito son apenas del 5%. Sí, 5%. Y a cambio, tienes cicatrices dignas de una mala película de acción y un viaje seguro al quirófano para cirugía reconstructiva.

Ahora, la carótida. Suena más épico, ¿no? Tipo, “me fui a lo grande”. Aquí sí hablamos de sangre de verdad, estilo película gore. Si logras cortarla bien, estarás inconsciente en unos 5 a 12 segundos. Pero claro, el “bien” es la parte clave. Los músculos que protegen la carótida son gruesos, como el plástico de esos envases que nunca puedes abrir sin tijeras. Así que, si no perforas con precisión, el resultado será más frustración que liberación.

¿Y sabes qué? Hay referencias culturales para esto. Kokichi Tsuburaya, el corredor de maratón, se cortó la carótida y su acto quedó como una especie de performance simbólico. Pero no nos engañemos, esto no es para cualquiera. Necesitas fuerza física y mental para no quedarte a medio camino y terminar en el hospital explicando por qué tienes un tajo cerca de la oreja.

Así que ahí lo tienes. Dos métodos, mucha sangre, y más probabilidades de hacer un espectáculo que de lograr tu cometido. Pero oye, si decides intentarlo, al menos hazlo con convicción y con una buena playlist de fondo. Porque si vas a dejar cicatrices (o peor, terminar viv@), mínimo que sea memorable.

CARÓTIDA:
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CORTE:
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5. SALTAR A LAS VIAS DEL TREN

Ah, saltar a las vías del tren. El método favorito de los amantes del caos y los fans de los finales dramáticos. Pero, ojo, no es tan sencillo como parece. No es cuestión de plantarte en cualquier estación y decir “bueno, aquí me voy”. No, chiki, esto requiere estrategia, porque si algo sale mal, podrías terminar como un rompecabezas humano esperando que alguien te arme de nuevo. Y créeme, nadie quiere ser ese alguien.

Primero, el tren tiene que ir rápido, porque si es de los que frenan cada dos cuadras, lo único que lograrás es convertirte en un desastre ambulante. Además, si vas a hacerlo, al menos hazlo en una estación de tren expreso. Nada grita “me tomé esto en serio” como un tren que no puede detenerse a tiempo para evitarte. Eso sí, hazlo de noche, no porque sea más poético, sino porque el conductor probablemente no te vea hasta que sea demasiado tarde. Y, honestamente, ¿por qué arruinarle el día más de lo necesario?

El momento del salto es clave. No lo hagas demasiado fuerte, no queremos que termines volando al otro lado de las vías como si estuvieras en una competencia de salto largo. Pero tampoco te quedes cort@, porque si el tren no te golpea de lleno, podrías acabar sobreviviendo con suficientes fracturas como para convertirte en un proyecto de reconstrucción quirúrgica. ¡Qué lindo regalo para el sistema de salud!

Ahora, hablemos de los resultados. Si tienes suerte (¿o mala suerte?), el tren hace su trabajo en segundos y bye. Pero si fallas, podrías acabar como esa mujer que perdió los pies, una mano y luego decidió casarse con un pastor para predicar sobre las maravillas de la vida. Porque claro, nada más irónico que acabar sobreviviendo y luego tener que explicar por qué intentaste esto en primer lugar.

Y por último, lo que nadie te cuenta: los costos. Sí, saltar a las vías no solo traumatiza al pobre conductor y a los pasajeros jajaja, sino que además podría dejarle a tu familia una deuda enorme por el frenado de emergencia y la limpieza. Porque sí, en países como Japón, eso no es gratis. Así que además de dejar un vacío emocional, también podrías dejar una factura. Qué responsable de tu parte.

Así que, ahí lo tienes. Un método rápido, lleno de drama, pero con un alto margen de error. Si decides hacerlo, al menos que sea con estilo. Aunque, con mi suerte, seguro que yo acabaría sobreviviendo y con un brazo menos, o talvez como el chico de... ¿Oe mano estas bien?​

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6. INTOXICACIÓN POR GAS

Ah, intoxicación por gas, el método que dice: "Me voy, pero no sin causar un poco de caos". ¿Qué tan simple puede ser? Solo tienes que cerrar todo, abrir el gas y esperar a que la ciencia haga lo suyo... o al menos eso crees. Pero, como en todo, hay detalles que pueden convertir tu pendejada plan en un desastre digno de una comedia negra.

Primero, olvida la idea romántica de morir pacíficamente en tu sofá mientras escuchas tu playlist deprimentes. Hoy en día, el gas natural ya no es tan letal como lo era antes. Gracias a las empresas, que hicieron su magia para que no contenga monóxido de carbono, ahora lo único que logras es intoxicación leve y una factura elevada de gas. Qué decepción moderna. Incluso si usas propano, prepárate para mucho dolor antes de que algo realmente suceda.

¿Y qué hay de las explosiones? Porque claro, el gas es inflamable. A alguien se le ocurrió intentar fumar mientras esperaba los efectos del gas y, sorpresa, todo explotó. Resultado: más de 28 casas dañadas, vecinos heridos y una hospitalización de un mes. Nada dice "fallé" como ser demandado por fuga de gas y acabar en prisión por intentar irte de forma dramática.

Ah, pero el drama no termina ahí. Imagínate que intentas este método y resulta que no eres tú quien muere, sino tu vecina del piso de arriba porque el monóxido de carbono subió. Ahora no solo fallaste, sino que tienes una demanda de millones de yenes en Japón. Felicitaciones, dejaste una herencia que nadie quería.

Y si llegas a morir, asegúrate de ir al baño antes. Porque si creías que la muerte es digna, déjame decirte que tu cuerpo puede decidir que es buen momento para una última evacuación. Una escena no tan bonita que puede incluir heces en lugares que nunca imaginaste.

En resumen, intoxicarte con gas es tan impredecible como jugar a la ruleta rusa, pero con más demandas legales y menos romanticismo. Si de todos modos decides intentarlo, al menos no fumes. Ya sabes, por aquello de no salir con un k-boom.​

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7. ELECTROCUCIÓN

Ah, electrocutarse, el método que combina tecnología, drama y un poquito de ciencia. ¿Qué podría salir mal? Bueno, mucho, pero hablemos de los detalles para que esto no termine siendo otro intento fallido digno de un pendejo.

Primero, necesitas algo de preparación. Aquí no basta con meter los dedos en un enchufe, eso solo garantiza un mal día y un susto eléctrico. Si vas a hacerlo, hay que exponerse de verdad: pela los cables, conecta un extremo a la corriente y el otro a puntos estratégicos de tu cuerpo como el pecho o la espalda. ¿Demasiado trabajo? Lo sé, ni siquiera para esto nos dejan hacerlo fácil.

Si quieres un toque de sofisticación, puedes usar un temporizador para que todo ocurra mientras duermes. Suena relajante, ¿no? Pero cuidado, porque si los cables no están bien sujetos, podrías despertar simplemente con marcas de quemaduras y un cable suelto a tu lado. Y lo mejor: todo tu plan arruinado. ¡Qué forma tan elegante de empezar un lunes!.

Ahora, el voltaje. Esto es importante. Con solo 100 voltios, técnicamente puedes lograrlo, pero es más probable que termines teniendo calambres musculares tan intensos que parecerás bailando un robot descoordinado. Un médico diría que la muerte podría llegar tras tres minutos de fibrilación ventricular si tienes suerte, pero si fallas, podrías acabar explicándole a los paramédicos cómo terminaste pegado a un enchufe.

¿Y qué hay de las quemaduras? Bueno, la ventaja es que el cadáver queda bastante intacto, dicen que es uno de los métodos que dejan una apariencia "tranquila". Pero claro, no contemos con eso, porque si el voltaje es bajo o algo sale mal, lo único que logras es un show de luces en miniatura y un posible viaje al hospital.

Para los más atrevidos, existe la idea de usar agua. Lanzar un electrodoméstico en la bañera mientras estás dentro suena teatral, pero la confiabilidad es terrible. Si lo intentas, añade sal al agua para mejorar la conductividad. ¿Ves? Hasta para esto necesitas un poco de química básica.

En resumen, electrocutarse es una mezcla de precisión, drama y un toque de desesperación. Si vas a intentarlo, al menos asegúrate de que nadie termine gritándote “¡quédate lejos de los enchufes!” mientras sacuden un extintor frente a ti. Porque, en serio, ¿qué tan humillante sería eso?​

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8. AHOGAMIENTO

Ahogarse, ese gran clásico del drama humano. Parece fácil, ¿verdad? Te lanzas al agua, dejas que la física haga lo suyo y listo: fin del espectáculo. Pero no, resulta que ahogarse es más complicado que un triatlón, solo que sin la parte de la bicicleta. Primero, tragas agua, porque tu cuerpo, tan eficiente como siempre, decide que es una buena idea respirar mientras estás bajo el agua. Spoiler: no lo es. Ahí empiezan los espasmos, las convulsiones y ese maravilloso momento en el que te das cuenta de que tus pulmones no son tan fanáticos del H2O como pensabas.

¿Sabes nadar? Pues qué maravilla, pero eso no importa. Puedes nadar mar adentro como si fueras un personaje en busca de inspiración artística, pero el cansancio y las olas tienen otros planes. Si no sabes nadar, mejor aún, porque vas directo al fondo sin tanto preámbulo. Eso sí, para los más meticulosos, puedes añadir el toque chic de atarte una roca o encadenarte manos y pies. Nada dice "estilo" como hundirte con elegancia.

Luego está ese bonus llamado hipotermia, cortesía de los mares fríos. Porque claro, morir ahogado no es suficiente; mejor agrégale ese extra de entumecimiento helado. El agua fría hace que tu cuerpo se apague más rápido que un celular con batería al 1%. Es como un paquete todo incluido: asfixia, espasmos y congelación. Un verdadero lujo.

Y, por supuesto, está el problema de arruinarle el día a otras personas. Si decides ahogarte en un lugar público, alguien tiene que encontrarte. Piensa en los rescatistas, que tendrán que arrastrar tu cuerpo mojado mientras se quejan de las estadísticas arruinadas del verano. Sin mencionar a los turistas que, en vez de fotos del atardecer, se llevarán el trauma de verte flotando como un mal decorado de Halloween.

En fin, ahogarse puede sonar poético en los libros, pero en la práctica es un desastre lleno de pánico, agua salada y pésimas decisiones. Pero oye, al menos ahora sabes a qué te enfrentas. Porque si algo sobra en la vida, son formas irónicamente complicadas de terminarla.

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9. AUTOINMOLACIÓN

Ah, la autoinmolación, esa obra de arte del sufrimiento humano, perfecta si estás buscando hacer una declaración que nadie olvide jamás, incluyendo tus vecinos y posiblemente los bomberos. Porque sí, prenderte fuego es tan dramático como suena, pero también es una logística infernal.

Primero, necesitas al menos cinco litros de gasolina o queroseno. No, no puedes escatimar aquí; esto no es un asado, es todo tu cuerpo en llamas. Y asegúrate de aplicarlo bien, de pies a cabeza, como si te estuvieras bañando en un perfume de la peor pesadilla.

El momento de encender el fuego es clave. Puedes usar un fósforo, un encendedor o incluso una chispa espontánea si tienes mucha suerte. Pero no pienses que esto será un instante de paz; no, te envolverán las llamas, sentirás un ardor insoportable, y si te queda energía, puede que incluso ruedes por el suelo intentando apagarlo. Spoiler: no funcionará.

Ah, y el olor. No olvidemos el inconfundible aroma a carne quemada que dejarás como legado. Y si alguien intenta apagar el fuego, puedes gritar algo heroico, como "¡No vengan!", porque, claro, quieres asegurarte de que la tragedia sea solo tuya. Si sobrevives, felicidades, ahora eres un candidato para pasar años en el hospital con quemaduras graves y posiblemente lleno de tumores cicatriciales. Glamour puro, ¿verdad?.

¿Crees que el impacto social lo vale? Bueno, algunos lo han usado como protesta, desde monjes vietnamitas hasta estudiantes coreanos. Pero ten en cuenta que esas historias terminan con aplausos póstumos y horribles descripciones de cuerpos carbonizados. Porque sí, una vez que tu piel se quema, los músculos debajo son difíciles de destruir gracias a la maravilla de la biología humana.

¿El resumen? La autoinmolación es básicamente un grito final al mundo, pero viene con una etiqueta de precio altísima: dolor extremo, riesgo de sobrevivir (porque el universo es cruel así), y un legado que olerá a queroseno para siempre. Pero hey, cada quien con sus decisiones.

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10. CONGELACIÓN

Congelarse hasta morir, ¡qué delicia tan gélida y mórbidamente poética! Si estás buscando la forma más lenta y "artísticamente trágica" de irte, esto puede ser para ti. La congelación no es solo para los exploradores que se pierden en las montañas; puedes lograrlo en tu propia casa con un poco de creatividad y muchas ganas de complicarte la vida.

El método clásico, claro, es ir a las montañas nevadas. Elige un lugar tan remoto que ni los zorros quieran pasar por ahí. Lleva tranquilizantes y analgésicos para facilitar el proceso y, por qué no, un poco de alcohol para ese toque cálido (y letal). Ah, y asegúrate de quitarte la ropa, porque el frío solo funciona si te entregas por completo a él. Eso sí, procura que nadie te encuentre a medio camino, porque si sobrevives, podrían tener que amputarte las extremidades congeladas. ¡Qué excitante!.

Si prefieres un enfoque más doméstico, puedes hacerlo en la comodidad de tu habitación. Abre ventanas, usa ventiladores y báñate en agua fría. Incluso puedes añadir ayuno y falta de sueño para asegurarte de que tu cuerpo esté completamente derrotado antes de enfrentar al frío. Y no olvides ese toque final de alcohol, que acelera la hipotermia y te envuelve en un trance dulcemente mortal. ¿Romántico, verdad?.

Ahora, el proceso: al principio, tu cuerpo temblará como un teléfono en vibración. Luego llega el letargo, como cuando te quedas dormid@ después de ver una película aburrida. Y finalmente, un "dulce trance" te lleva lentamente a la muerte, acompañado de alucinaciones que algunos describen como luces brillantes y música celestial. Por supuesto, es solo hasta que te congelas por completo y pierdes el conocimiento.

¿La parte estética? Si lo haces en nieve fresca, tu cuerpo puede parecer un adorno congelado, casi intacto, con piel pálida y translúcida. Pero cuidado con la primavera: cuando la nieve se derrite, el espectáculo cambia a putrefacción y, en algunos casos, tus restos pueden ser el festín de zorros hambrientos. Una obra de arte efímera, por así decirlo.

En resumen, congelarte es todo un espectáculo gélido lleno de detalles grotescamente fascinantes. Ideal para quienes buscan combinar lo dramático con lo innecesariamente complicado. Porque, seamos sinceros, si algo hemos aprendido, es que hasta morir puede tener un toque de sarcasmo y estilo.

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10. CASOS ESPECIALES

Morir de hambre, la solución perfecta para quienes prefieren un drama lento, trágico y completamente innecesario. Este método no es para los débiles de voluntad; se necesita un nivel de compromiso digno de un maratón, pero sin la diversión de correr ni la meta gloriosa al final. Aquí vamos con los detalles.

Primero, el cronómetro: puedes sobrevivir entre 30 y 40 días solo con agua. Pero si decides ser aún más extremo y renuncias a cualquier líquido, felicidades, has reducido tu tiempo de sufrimiento a unas acogedoras 1 o 2 semanas. Eso sí, si tienes algo de "almacenamiento extra" (sí, hablo de grasa), tu cuerpo hará todo lo posible para aferrarse a la vida un poco más. Así que sí, ser delgado tiene sus ventajas aquí.

El proceso es tan divertido como suena: tu cuerpo empieza a devorar todo lo que tiene dentro para mantenerse en marcha. Primero van las reservas de glucosa, luego la grasa, y cuando ya no queda nada, empieza a descomponer tus propios músculos. Es como un banquete interno en el que tú eres el menú completo. Y mientras todo esto pasa, te vuelves más débil, tus órganos empiezan a fallar, y tus pensamientos se nublan como un día lluvioso.

Y no creas que es todo poesía y sufrimiento silencioso. No, tu cuerpo empieza a emitir un olor muy particular debido a la acumulación de toxinas. Básicamente, te conviertes en tu propio repelente humano. ¡Todo un espectáculo! Por si fuera poco, si alguien llega a encontrarte antes de que termines el "proceso", el rescate puede ser tan traumático como la experiencia misma.

Así que morir de hambre, aunque suene poético en teoría, es realmente una forma de prolongar el sufrimiento, dejando a tu cuerpo luchando hasta el último segundo. Pero oye, si la idea es hacer una declaración existencial, esta definitivamente asegura que nadie te olvide... al menos hasta que el olor desaparezca.



Las armas de fuego, el cliché hollywoodense que promete un final rápido, directo y, aparentemente, "sin dolor". Pero, claro, la realidad es un poco más complicada y mucho menos glamorosa que en las películas. Vamos al detalle.

Primero, está el tema de conseguir el arma. ¿Creías que solo ibas a entrar a una tienda y pedir una con un guiño? No, mi ciele, en la mayoría de los lugares esto es más complicado que pedir un café con veinte especificaciones en Starbucks. Pero supongamos que logras conseguir una. Ahora viene la parte técnica: disparar.

La mayoría de la gente piensa que solo necesitas apuntar a la sien o debajo de la mandíbula y apretar el gatillo. ¡Sorpresa! Si no haces bien los cálculos, puedes terminar con el cráneo fracturado, una mandíbula destrozada y, lo peor de todo, vivo. Eso sí, posiblemente sin la capacidad de hablar o de moverte. Sería un intento fallido de manual, pero con un giro trágico.

El truco, según este macabro manual, está en perforar el bulbo raquídeo. Pero, ¿quién tiene tiempo para clases de anatomía avanzada cuando estás en un momento así? Apuntar mal puede ser tan común como un lunes gris. Y, por supuesto, los resultados son igual de devastadores.

En resumen, si creías que el arma de fuego era la solución rápida y sin fallos, más vale que seas un experto en balística o estés dispuesto a jugártela con un margen de error que te podría costar más de lo planeado. Y no olvides el desorden: sangre, fragmentos, y un espectáculo que haría llorar a cualquier equipo de limpieza. Porque sí, hasta para esto hay que tener algo de precisión y estilo.

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Bueno chikis, después de leer este manual, puedo decirte que la muerte es como... un montaje que siempre quisiste hacer pero que resulta ser un desastre complicadísimo. Este libro te da "instrucciones detalladas" y muy detallas, pero en realidad parece una mezcla entre un manual de pasos a realizar y una receta de cocina infernal. Todo está lleno de pasos específicos, ingredientes raros y advertencias del tipo: "Cuidado, podría no funcionar, y entonces la pasarás peor que antes y quedaras como un pendejo".

Cada método tiene su encanto macabro, pero lo que realmente queda claro es que incluso morir requiere más esfuerzo y planificación que hacer tu declaración de impuestos. ¿Ahogarte? Caótico. ¿Congelarte? Lento como una pelicula coreana. ¿Armas de fuego? Una ruleta rusa con probabilidades aún más crueles. ¿Morir de hambre? Un reality show de resistencia extrema, pero sin el premio. En serio, hasta el suicidio tiene sus desafíos logísticos.

Pero el verdadero mensaje aquí, aunque el libro no lo diga en voz alta, es que la vida es un chiste cruel pero lleno de ironía. Pasamos toda nuestra existencia tratando de evitar el dolor, solo para encontrar que incluso la salida final viene con su propia dosis de sufrimiento. Y lo más gracioso, si puedes llamarlo así, es que este libro, en su intento de ser útil, te muestra que morir puede ser aún más complicado que vivir. ¿Conclusión? Mejor invierte ese esfuerzo en algo más divertido, como sobrevivir a la vida misma. ¡Total, ya estamos aquí! y algún día moriremos, y como dije... "Al final, tú eliges cuál es la mejor opción."



El Mejor GORE con Melany

No e visto nada tan currado desde que hiba a la universidad, bien echo.
 
Al fin un buen post, felicidades.
 
Ayuda a la gente de buena manera, no dándoles opciones de suicidarse, no se queden solo con sus preocupaciones, sean buenas personas y pídale protección a dios
 
Esto es una obra hermosa, y más si se lee como espectador y no como un pendejo que se quiere matar
real, me he leido esto con una vida por delante, una familia amorosa, una novia hermosa y estoy estudiando en una de las mejores universidades de chile, y aún así me gustó más que "el diario de ana frank".