Influido por el arte bizantino, con esas grandes auras doradas, asà el pintor puede darle mayor protagonismo a los rostros. El de MarÃa, con un devastador rictus de dolor, mirándonos fijamente y agarrando el cuerpo de su hijo como no aceptando su partida. El de JC pálido e inerte, pero con una perfección anatómica que ya quisiera para sà el puto Monet. Con un cuerpo luminoso que brilla como un sol, deja ver unas espeluznantes venas azules mientras su extremidades cuelgan sin vida.