Era el segundo día del nuevo año. Los agricultores pobres de Benue acababan de sentir la época festiva de Navidad y Año Nuevo y habían reanudado el trabajo agrícola. No sabían que se avecinaba un mal. No preparados para el ataque, los agricultores sólo levantaron la cabeza para ver a pastores fulani armados corriendo en su dirección con machetes levantados en el aire y listos para cortar carne humana. El resultado fue un dolor nacional, una tierra empapada de lágrimas y un Estado empapado en la sangre de ciudadanos inocentes.